27
Abr
2008Abr
La fragata y el pesquero
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No deja de ser impactante la imagen del pesquero español acompañado, o mejor dicho, escoltado, por la fragata española hacia aguas más seguras, después de haber sido liberado por los captores que lo habían retenido. Y lo es, entre otras cosas, porque nos hace tomar conciencia de la inmensa cantidad de gentes que habrán sido asaltadas en esa zona sin que gobierno o fragata alguna hayan acudido en su ayuda. Si no tienes quien pague tu rescate, vende tu casa, habrán dicho los captores. Y seguramente los asaltantes sean pobres de solemnidad, seguro, aunque ningún pobre es tan pobre como para pedir un millón de dólares por un rescate, de manera que está muy claro que detrás del secuestro hay una banda que trata de enriquecerse secuestrando al personal. Es evidente que se podrán hacer miles de lecturas en clave eurocéntrica, que si les esquilmamos, que si los caladeros, que si no sé qué. Pero también lo es que una situación como la de Somalia sólo beneficia a quienes beneficia, es decir, a los líderes tribales. El resto de la población somalí está en ese estado de naturaleza hobessiano, la guerra de todos contra todos, en el que la vida es corta, brutal, peligrosa y dominada por el miedo. Todos somos pacifistas, como la ministra de defensa, eso se da por descontado. Pero ¿no es cierto que a veces hay que mandar las fragatas para sacar del atolladero al personal? ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién entra a saco en esas regiones dominadas por autócratas, de las que no se sabe nada hasta que pasan cosas como éstas? No lo sé. Sin duda, como dice la ministra, el ejército es una fuerza de paz. Pero la lástima es que la paz es algo que siempre hay que restablecer.