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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

20
Ene
2010

La gracia presupone la naturaleza

1 comentarios

En la Iglesia de San Pablo de Valladolid se recaudaron, en la colecta del pasado domingo, más de 6000€ para ser entregados a Haití. Y así serán, íntegramente entregados, por medio de Acción Verapaz, que hará llegar a los frailes y hermanas que trabajan allí el millón de pesetas para que disciernan cómo cubrir las necesidades más perentorias. Porque, como decía el Aquinate, la gracia no destruye la naturaleza (sino que la perfecciona), y sin naturaleza no hay “lugar” en el que se aposente la gracia: si falta el alimento, el techo, la escuela, la salud y el calor no puede actuar la gracia (ya San Bernardo, si mal no recuerdo, decía que los monjes tenían que comer para poder rezar). Por eso no cabe defender espiritualismos sorprendentes, porque el hombre no es dos trozos (cuerpo-alma) sino una unidad que vienen dada por lo que el Aquinate llamaba la forma sustancial y que nosotros, en términos contemporáneos, podemos decir dado por el ser persona.

Así que esos 6000€ irán, sin perderse un céntimo por el camino, a Haití. De hecho, hoy iba Miguel Ángel Gullón desde Santo Domingo a Puerto Príncipe a entregar en mano los 7000$ que obtuvieron en el maratón que organizó Radio Seybo en República Dominicana. A Dios rezando…

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entós susurrante
22 de enero de 2010 a las 23:03

Una vez más, efectivamente, una catástrofe como la de Haití nos invita a recordar cosas esenciales (¿será eso uno de los sentidos de estos acontecimientos terribles?), mucho más allá que el mero juego o competición dialéctica que sigue a la pregunta “¿el hombre es cuerpo o espíritu?" Más veces de lo deseable se ve que las personas no tenemos nada mejor que hacer y, atrapadas en esa destructiva necesidad de tener razón, exhibimos nuestra capacidad retórica (en ocasiones “lujosamente” atesorada) para argumentar qué es lo “primero”: ¿dar de comer al cuerpo o al espíritu? (o sea, ¿primun vivere, deinde philosophare o al revés?).
La noticia y la visión de lo ocurrido en Haití nos saca de este estéril “pasatiempo” y recoloca las cosas en su sitio (como lo hacen todos los “terremotos” que a nivel particular experimentamos cada uno). Ni siquiera nos planteamos: “vamos a ver, ¿convendrá que dé dinero a estas personas espantosamente afectadas, o lo único que de verdad necesitarán es que en este momento se alimente su espíritu? Todos sabemos muy bien qué es urgente en este momento para ellos (véase, como muestra, la recaudación en la iglesia de San Pablo o en el maratón de la dominicana Radio Seybo)…, y, si lo sabemos, es porque algo se conmueve dentro de nosotros de forma automática, como un instinto profundo que no necesita de argumentos, y “eso” que reacciona en nosotros no está en el cuerpo (ese cuerpo que necesitamos alimentar), está en ese “lugar”, que también nos constituye de forma inseparable, exactamente igual que constituye al resto de nuestros congéneres. La ayuda material para las víctimas de Haití se genera y se impulsa en nuestra compasión espiritual, que se materializa de este modo. ¡Claro que la persona no es dos “trozos” separables! (está muy bien recordar la afirmación del de Aquino ahora que dentro de pocos días se celebrará su “cumpleaños”). Por eso mismo nuestros hermanos de Haití van a continuar necesitando una imprescindible ayuda “completa”, si no, quizás bastaría con que se dejara caer en algún sitio de vez en cuando lo material que necesitan, pero todos sabemos el desastre que eso supone si no hay quien organice “espiritualmente” (es evidente que las mafias no lo hacen desde “ahí”) los recursos enviados…
No desaprovechemos la oportunidad de aprender más de nosotros mismos y de los otros ante este espeluznante acontecimiento. Escuchémonos “por dentro” y permitamos que lo ocurrido nos vaya transformando de verdad… Quizás esta sea una manera de contribuir al reajuste de la terrible injusticia humana que fácilmente se nos muestra como causa verdadera de esta catástrofe. Resuena en mí y en quien recuerde el pensamiento de los filósofos griegos más antiguos, lo que decía Anaximandro sobre el INEVITABLE equilibrio que el tiempo repone constantemente en lo que existe, pues “esto (lo que existe) paga de forma recíproca –unos a otros- pena y castigo por su injusticia…” Pero, ¡cuidado!, no entendamos que esto justifica que los de Haití han tenido lo que se merecen (un pensamiento así sería más terrible que el propio terremoto), nosotros formamos parte de “lo que existe”, por lo tanto nos corresponde re-establecer el desequilibrio allí producido y que esto nos haga conscientes de que la vida de cada uno de los que habitamos la tierra es una aportación insustituible para el equilibrio y la armonía del planeta (seguro que, a su vez, extensible al universo). Saber y SENTIR esto es fundamental para que nos responsabilicemos adecuadamente de lo que nos corresponde: por ejemplo, hacer y donar de algún modo lo que creamos necesario para los de Haití, sin olvidar nuestra aportación imprescindible y cotidiana con quienes convivimos…¿Siendo capaces de ayudar a aquellos, no lo seremos con el familiar, compañero, vecino, etc. que por su “mal comportamiento” (según juzgamos) incluso le negaremos una sonrisa barata o un “buenos días”? Ojalá que la visión del Haití actual nos recuerde la necesidad que los otros tienen siempre de nuestro “donativo” material y espiritual para recomponer sus vidas…, inseparables de la nuestra.

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