Ene
La hora encendida
0 comentariosPues sí, claro, cómo no iba a escribir un comentario sobre “La hora encendida”. Ayer estuvimos encendiéndonos en San Esteban de Salamanca, en el marco incomparable del capítulo nuevo, disertando sobre el tema interesante y denso de “qué pinta Dios en la universidad”. Ciertamente, todos los intervinientes éramos “amigos”, claro, no se iba a montar un circo de esos de la tele donde la gente se grita, no se escucha y encima le mienta la madre a uno cuando no comparte o no es capaz de seguir el desarrollo de un argumento. Lo que llama la atención no sé si es tanto lo que se dijo (yo no sé qué dije, y eso que llevaba un folio por si me pedían algún dato erudito), que fue mucho y bueno, sino la estructura, la forma, la posibilidad que se abre de un lugar de debate en el que la gente entra hasta el corazón del convento… en el que se discute y se habla y, sobre todo, se escucha. Una de las imágenes más estereotipadas que la gente tiene por ahí es la de los conventos. Luego ya, de curas, monjas y seres semejantes, mejor no hablar. Y es que se vive mejor así, con una imagen que “se” nos ha dado, “se” transmite (como los memes de Dawkins, hermosa hipótesis sin fundamento científico alguno y que algunos se tragan como ciencia, en fin) y así nos ahorra gastar materia gris, nos facilita la existencia y, de paso, nos permite despreciar cuanto ignoramos, en célebre frase de Machado. Los dominicos no somos monjes (por más que se haya popularizado esa expresión en algunos medios de comunicación), de modo que la clausura debería ser una especie de apertura –átame esa mosca por el rabo, pero seguramente alguien entenderá lo que quiero decir: La hora encendida lo explica con claridad. Gracias por haber aguantado mis rollos.