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Sep
2006Sep
La merienda de Günter Grass
9 comentariosLos agentes culturales están divididos sobre la conveniencia o inconveniencia de la confesión que ha emitido Günter Grass acerca de su pasado nazi. Algunos dicen que todo es una estrategia de mercado; para otros, se trata de la crónica de un hecho que antes o después sería descubierto por algún biógrafo más o menos avezado, de modo que Grass se habría adelantado a lo inevitable, convirtiendo en virtud lo que, en todo caso, le iba a caer encima. Independientemente de todo lo que pueda rodear esta situación y de cómo se haya podido gestar, ¿qué hay de malo en pedir perdón, en reconocer la culpa? La moda de hoy es aquello de “yo no me arrepiento de nada”, lo cual es ejemplo de una memoria desmemoriada o de una estupidez insana. Si el justo peca siete veces al día, ¿por qué no ha de poder arrepentirse el injusto, o sea, todos los demás, siendo este conjunto la intemerata de grande? Es difícil compartir el fariseísmo de quienes niegan a Grass la posibilidad de disculparse, aunque él haya maquillado esa disculpa con la célebre excusa de la responsabilidad diluida en la colectividad y en el “pero yo no sabía…” Todos somos Grass, todos tenemos algún cadáver en el armario que nos resistimos a sacar, lo cual me parece lícito –pues la exhibición impúdica de las propias vergüenzas debería estar limitada al médico, al confesor y a los íntimos–, pero nos inhabilita para erigirnos en jueces y árbitros morales de la colectividad. Quizá, sí, ese haya sido el pecado de Grass, haber pretendido erigirse en un nuevo Führer de la moral alemana y europea, cuando tenía bastante porquería escondida debajo de la alfombra. Pero el hecho de haberlo reconocido, siquiera tarde, dice mucho a su favor. Los mismos que ahora lo defenestran y se lo tratan de merendar son los que quieren ocupar su puesto de líderes, porque los estancos intelectuales no se crean ni se destruyen, sólo cambian de mano según las circunstancias. Bien por Grass. Ah, y que tomen nota los que, sin haber sido nazis, han sido o son de semejante calaña (que haberlos haylos).