Jun
La palabra potente
1 comentariosY esa es la potencia de las palabras, que ponen paz donde antes sólo había desorden. A veces, basta con poner nombre a algo para desactivar su potencial destructor. Un niño preguntaba el otro día por qué había manchas blancas en el mar, y su madre le respondía que eran olas. Ella quedó satisfecha. Pero el niño, tras un instante de reflexión, volvió a la carga. ¿Por qué hay olas? Porque es el mar. Una palabra nos lleva a otra y sólo a los que habitamos el lenguaje nos tranquiliza esa verborrea, pero los niños, que aún se están estrenando, buscan el porqué más allá de las palabras. Hay que orear los vocablos de vez en cuando, porque a fuerza de usarlos se vuelven rancios y no dicen nada. ¿Significa eso que hay que dejar de hablar? No, por Dios. Si el cristianismo es la religión del Verbo, de la palabra que se hace carne, acción, obra. Algunos filósofos insisten gustosamente en que debajo de toda apariencia de bondad siempre late la maldad, el desconcierto, el desorden y