Jul
La partícula de Dios
2 comentariosA ver qué dice éste del bosón de Higgs, dirá el que venga a leer estas letras. Pues nada. ¿Qué puedo decir yo, que no lo digan mejor científicos (grandes y pequeños), periodistas y becarios, radioyentes, obispos…? Nada sé, sólo asisto fascinado a toda esta maravilla del descubrimiento de lo que hay. En realidad quería hablar de la partícula de Dios, aquella sobre la que Dios hace que salga el sol todos los días, sea bueno o malo y que, con la que está cayendo, no sabe muy bien cómo protegerse. Obviamente, me refiero a cada quien y a su vecino, seguramente a todo lo vivo y probablemente a todo lo creado. Esos términos (no tanto partículas, sino eones) eran muy caros a los neoplatónicos y a ciertos gnósticos. Sin entrar en especulaciones de tal calado y sin comprometerse con metafísicas de esa clase, está claro que hay una cierta partecilla (partícula, al fin y al cabo) en cada quien que refleja lo divino. Es parte del cristianismo ver en el rostro de otro el rostro de Dios. Supongo que, al igual que se ha vuelto más fácil acabar con multitudes, en la medida en que la distancia que supone apretar un botón apaga las luces de la benevolencia de cada quien, también se ha vuelto más indiferente sumir a un país, una ciudad, un continente o a una franja de edad en la miseria. Basta con no tener que ver su rostro. Es así de fácil. Cuando el otro se vuelve un concepto, bueno, en fin, tampoco interfiere demasiado. ¿No fue Job quien le dijo a Dios “hasta ahora te conocía de oídas, pero ahora he visto tu rostro”? Cuánto cambio, ¿verdad? El concepto de Dios…, el concepto del otro… Si lo transformamos en el rostro de Dios y el rostro del otro asistimos a una revolución, la de la partícula de Dios.