Feb
La presencia
1 comentariosHe visto la película “The artist is present” sobre la performance homónima de Marina Abramovic en el MOMA y que tanto ha dado que hablar en los periódicos. Hay algo conmovedor en ella. Cada quien va allá esperando algo distinto y ciertamente Abramovic se define a sí misma como un imán, una especie de catalizador que hace que las cosas ocurran. Lo principal es la presencia de esta artista, sentada en una sala de MOMA, frente a la cual se van sentando gentes a lo largo de varios meses. Sólo se miran. Independientemente del debate de si o por qué esto es arte, que cada vez, lejos de periclitado, considero más jugoso, no hay duda de que hay algo en este hecho sencillo de mirarse a los ojos. ¿Cuándo lo hemos hecho por última vez? Sólo los niños y los enamorados mantienen la mirada de un modo que va más allá cualquier sensación de ofensa o daño. Sin duda, en “The artist is present” hay mucho de puesta en escena: el MOMA es lo más alto a lo que puede aspirar un artista vivo, y la institución reclama sus diezmos para el espectáculo y el negocio, pero está claro que la artista ha captado algo de la naturaleza humana, un cierto anhelo que las religiones cubren para una parte de la población, y quizá lo hicieron para la mayor parte en otra época. Su performance es una suerte de confesión muda, de conversión del otro en referente absoluto, al menos durante unos instantes. Pero en nuestra época, tras tanto proceso secularizador, sospecho que buena parte de la gente ni siquiera relaciona lo religioso con esa tarea de purificación, purgación, re-ligación, curación y salvación. Para muchos, religión equivale a dogma, solo dogma extrínseco a la vida, y buscan en el arte una instancia que dé cobijo a esos anhelos. ¿Cómo hacer para volver a hacer sentir la presencia de lo cristiano en ese terreno que hemos o nos ha abandonado? Da que pensar. Y mucho.