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2006Jul
La santidad perdida
8 comentarios¿Por qué Tierra Santa es la menos santa de las tierras? Mira que me gusta ver mundo, pero Israel no me atrae lo más mínimo. Quizá sea porque preveo que estará atestado de turistas y peregrinos, o que me van a registrar hasta la campanilla antes de entrar (y la verdad, aunque me considero manso, me da que hay límites de intimidad que no deben traspasarse, por mucho que esas porquerías de los “reality shows” –no hay mayor oxímoron, porque un show nunca es real, sino ficcional por definición, pero bueno– hayan hecho popular la idea de que pudoroso es sinónimo de estrecho, de mojigato o de bobo). Confieso que mi experiencia frailuna sólo experimentó un vuelco cardíaco en uno de los lugares dominicanos (ni en Caleruega, ni en Prulla, ni en Fanjeaux….): en San Marcos de Florencia. Las celdas decoradas por Fra Angelico me pusieron un nudo en la garganta. Aún no he tenido suficiente tiempo para desentrañar el porqué, a ver si a lo largo de los próximos cincuenta años… Con esto quiero decir que lo local no suele incidir en mi experiencia religiosa. Por eso no me atrae Israel. Pero no soy tan tonto como para no darme cuenta de que el futuro se está cociendo allá, quizá como si fuese el campo de pruebas de estrategias más globales. La Tierra Santa se ha convertido en la Tierra sanguinolenta. Probablemente, la historia ha derramado más sangre allá que en ningún otro sitio, y me inclino a pensar que no sólo por razones religiosas. Detrás de éstas, o al lado de las mismas, suele haber otras, del tipo que sean. No se mata a nadie sólo por razones religiosas: la religión es habitualmente una excusa para identificar otros rasgos que califican a las personas como “de las nuestras” o “de los otros”, como lo son el color de piel, el acento o las costumbres. Mientras me tengan miedo en Israel y yo se lo tenga a ellos, no creo que me deje caer por allá (dejando aparte que no tengo un duro, claro).