Ene
La sociedad del prospecto
2 comentariosMe riñe María Isabel Serrano por tener abandonado el blog. Y razón tiene, ya que el portátil fue conmigo a mi Asturias natal, wifi tenía… pero de vez en cuando viene bien un parón, quizá para que uno no se acostumbre a escribir sin pensar y el lector pueda echar de menos (en el mejor de los casos) al escribano (sí, es una excusa non petita, qué le vamos a hacer). Pero el año nuevo ha venido y todo parece que empieza a renacer: los días comienzan a alargarse, las intenciones campan por sus fueros (los escolásticos distinguían bien entre las intenciones que ponen los medios para llevarse a cabo y aquellas que son sólo un espasmo mental que nunca se van a completar) y la vida parece que renace por aquello de cambiar de dígito y, en este caso, de decena (y parece que fue ayer cuando entrábamos en el apocalíptico 2000, pero ya están ahí los agoreros del 2012, que no nos van a dejar tranquilos hasta que llegue el Apocalipsis, la apocatástasis o alguna otra cosa que empiece por apo-).
Ciertamente, aquí, en España (y por lo visto, tras el H1N1) vivimos en la sociedad del prospecto: cuando uno lee un prospecto de una medicina, constata que está perfectamente indicada para él (padezca lo que padezca) y que los efectos secundarios son cualquier cosa imaginable, hasta el paso a mejor vida. Hoy venía conduciendo y me he encontrado con carteles apocalípticos que avisaban de nevadas (donde no las había), de máquinas quitando nieve (ni una sola, porque no había nieve), de peligros climáticos de toda calaña… que probablemente sucedan mañana, pero en un viaje completamente normal he conducido todo el camino angustiado por culpa de señales electrónicas que avisaban de peligros inexistentes… por si acaso, no vaya a ser que luego les acusen de imprevisión. Igual que los posibles efectos secundarios de un prospecto: si a uno le da un mal por tomarse una inocente pastillita, el fabricante le dirá: ah, ya te avisamos, en la sección de posibles (aunque rarísimos) efectos secundarios. Pues bien, ya que vivimos en la sociedad del prospecto, hagamos de los rarísimos efectos secundarios (lo que es improbable que pase, pero que puede pasar… cada uno que piense en sus mayores ilusiones) sean posibles. A lo mejor este cambio de decena trae consigo un cambio para mejor. ¿Impensable? Imposible pero no improbable.