Jul
La voluntad de decidir
2 comentariosDe vez en cuando aparecen argumentos interesantes en los periódicos, argumentos que van más allá del reportaje en cuestión. Hace unos días, El Mundo publicaba un artículo sobre los llamados “vientres de alquiler”, con gente que se manifestaba a favor y en contra del asunto. Entre los argumentos con los que lidiaba el redactor aparecía el de una mujer que decía que “con esta técnica no hay una mujer que renuncie a la patria potestad, sino que ese embrión no es su hijo; un ejemplo casi idéntico lo encuentras en las familias de acogida, pero en una fase de la vida del niño anterior al nacimiento. Cuando es un embrión es mi hijo y cuando nace es mi hijo”. Me quedé con la “fase anterior al nacimiento” de la vida del niño. Este argumento funciona igualmente, sin cambiar una coma, para el debate sobre el aborto, claramente en contra. Pero el debate al respecto, como no se puede ganar en el terreno de la biología, se traslada a otro espacio: el de la decisión. El derecho a decidir es el mantra de nuestra época y preside los debates sobre la maternidad, el aborto, la eutanasia y cualquiera de esas cosas, secesiones políticas incluidas.
El derecho a decidir, o la voluntad como fundadora de lo real, no es primariamente una discusión moral, ni siquiera política, que también, sino teológica, y se remonta en nuestra tradición, como poco –me repito- a la polémica entre realistas y nominalistas en la Edad Media. Para los realistas (Aquino, e.g.), el mundo tiene una consistencia sólida y las decisiones se pueden tomar sobre un trasfondo de cosas que no son decidibles ellas mismas, sino que son las que posibilitan la decisión. Para los nominalistas, la omnipotencia de Dios obliga a despojar al mundo de esa solidez de cosas, que parecen actuar como un freno a la voluntad creadora de Dios. Pasamos eso al espacio humano, cosa que ocurre durante la Modernidad, cuando los debates teológicos se trasladan de tejas abajo y acabamos concluyendo que la decisión humana es origen de todo. Sobre la voluntad de Dios y sus límites se debatió largo y tendido en esa época bárbara, inculta y demás zarandajas con las que se la suele tirar por la borda, el medievo, para más señas, y no se llegó a grandes acuerdos. La capacidad de la voluntad humana para crear lo real es uno de los dogmas de nuestra época. Parece que hemos llegado a un acuerdo incluso antes de discutir. En fin, feliz verano.