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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

12
May
2015

Lo trivial del "trívial"

1 comentarios

En el suplemento cultural de un periódico, un físico, al hilo de los distintos discursos sobre lo trivial, dice: “la teología monoteísta ignora un dilema trivial: la evidencia del mal solo es compatible con la no existencia de Dios o con la existencia de más de uno”. Pero eso no es un dilema trivial, sino que es un falso dilema. La existencia del mal es compatible con la existencia de un Dios que no se preocupe por los asuntos humanos (como postularon ya los clásicos), con un Dios que no es omnipotente, con un Dios que permite el mal por las razones que sea, con un Dios que no es bueno, con un Dios para el que la existencia “escatológica” del individuo es parte de la existencia del individuo, con el panteísmo, con el panenteísmo, qué se yo. Otra cosa es que esas respuestas nos satisfagan más o menos, pero eso es, como digo, otra cosa. Llevamos veinte siglos pensando sobre ese dilema y nos hemos dado cuenta de que no es un dilema real y, en todo caso, no es trivial, ni mucho menos. En fin, no me voy a meter en ese berenjenal, que ya decía un filósofo de renombre que hay dos temas en los que uno no debe meterse si no quiere salir escaldado: el mal y el tiempo.
Lo que me llama la atención de esta lectura es la idea de “trivial”, un término que seguro que a muchos les remite a ese juego de preguntas que no llevan a ninguna parte, más que a disfrutar del estar juntos (lo que no es poco, vaya que no). Lo que parece trivial, una vez que se mete uno a seguir el hilo de Ariadna, se revela todo lo contrario, denso, difícil, doloroso… En todo caso, nada baladí. Un terremoto ha sacudido de nuevo Nepal. La respuesta trivial es, precisamente, la explicación en términos de placas refrotándose entre sí. Cuando uno pregunta por qué, si es que lo hace ?y espero que lo sigamos haciendo mientras el hombre sea hombre, por inquietudes religiosas o metafísicas?, la respuesta trivial es la que responde haciendo una lista de las causas cuantificables. En la pregunta siempre queda la sombra de lo profundo, la inquietud y la esperanza de que la respuesta trivial no sea toda la respuesta.
 

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JM Valderas
12 de mayo de 2015 a las 21:57

Sixto, como la vida misma. Perdona el recuerdo personal, pero creo que es fenómeno generalizado como te diré. Me encontraba yo avergonzado en clases de álgebra de selectivo, allá por los tiempos de Maricastaña. (El selectivo era entonces el primer curso común de todas las carreras de ciencias: física, química, geología, matemáticas, biología y farmacia.) El profesor a cada paso decía: esto no lo demuestro porque es trivial. Todo el mundo callado. Pensaba yo que debía ser el más tonto de la clase, porque no veía la razón del paso en cuestión, siendo trivial. Cierto día, pasados ya varios años, le comenté a Miguel de Guzmán la vergüenza sufrida. A lo que el gran matemático me contestó: cuando un matemático no encuentra la demostración, pero sabe la conclusión, dice que es trivial. Lo ratificó Pedro Pascual, físico teórico eminente. Los dos, por otro lado, profundamente cristianos.

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