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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

24
Mar
2009

Loco por orden

1 comentarios

Acabo de leer una cosa que merece un comentario, porque se ve que las cosas que nos pasan no son de hoy, sino de siempre. A un tipo que, en el siglo XIX escribió una cosa que no le gustaba al zar de todas las Rusias, se le declaró “loco por orden del zar” (sic). La locura no es un estado que sobrevenga por un despiste o patinazo neuronal (o vaya usted a saber por qué), sino que es un castigo, una forma de ejercer el poder, como nos dirá Foucault. Hay quien tiene la capacidad de decir quién está loco y quién cuerdo. En ese caso era el zar. Ya los clásicos decían aquello de “quod deus perdere vult, prius dementat”. Para ellos era prerrogativa de los dioses castigar a uno haciendo que enloqueciese. Para el zar, ya era prerrogativa suya. Pero la cosa no es de ayer. Basta ver los debates actuales en temas políticos, religiosos, éticos… y ver cómo se trata de considerar que la razón del otro no es tal razón, sino una suerte de engendro para-humano que, por consiguiente, no debe ser atendido. Sorprende ver cómo los tertuliamos tratan de imponer sus pareceres por cualesquiera medios. El definitivo, sin duda, es mostrar que el otro no razona “como debería”. Así pues, por orden del “zar” (y aquí entra cualquiera que ejerza el poder, del tipo que sea) se declara loco al vecino. Y así, hasta la Stultifera navis, que por lo menos debía de ser divertida.

 

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entos susurrante
26 de marzo de 2009 a las 12:22

Aunque en otra ocasión hemos comentado sobre la tendencia que solemos tener todos a no escuchar al otro y centrarnos sólo en demostrar lo equivocado que está “por cualesquiera medios”, esa declaración que has encontrado en la que el zar da la orden de considerar loco a alguien, me parece muy pedagógica para ayudarnos a tomar conciencia de ese miedo que tenemos a “perder la razón”, no en el sentido psiquiátrico, sino ¡frente al otro!, y, como dije en otro momento -pero me parece suficientemente importante como para repetirlo-, a identificar ese “estar equivocado” ante el otro con nuestra muerte, disolución, anulación… Efectivamente, los medios de comunicación dan suficiente testimonio de ello y ahí podemos sentarnos a “contemplar” lo que nos pasa a todos en nuestros ámbitos (cuanto más privados más miedo a escuchar al otro, a vernos “desnudos” por la falta de “razón”, y, por lo tanto, más agresividad, más querer demostrar a toda costa que los que me rodean están en errores inaceptables). Mira por cuanto esas impresentables “mesas redondas” o “debates” pueden ocasionar en nosotros un efecto catártico de “nuestras pasiones”, como decía Aristóteles que producía la tragedia… Lo único que convendría al sentarnos en ese "teatro de los medios audiovisuales de masas" es mantener una mínima distancia de consciencia, de prudencia para convertirnos de verdad en “observadores” y comprender que lo que hace ese que está hablando (normalmente con un volumen de voz exageradamente alto -este es uno de los recursos más instintivos en esta loca autodefensa del demostrar que se tiene razón) es lo que hacemos cada uno muchas veces al día en una actitud absolutamente insconsciente… Que vivamos como el zar ese declarando constantemente de forma más o menos explícita que fulano o mengano –entiéndase válido para el femenino- están locos (¡y así deben considerarlos los demás, por supuesto!), no es una cuestión más o menos graciosilla de la peculiaridad del carácter de cada uno, es una disfunción (esta palabra es de la psicología “moderna” y me parece acertada) muy grave de la persona que nos impide aspirar a ese fin supremo que es la felicidad, porque sin respeto al otro (¿puede haberlo si somos incapaces de escucharle porque tenemos “miedo de morir”?) y sin querer conocer lo que de verdad nos pasa por dentro, no sólo estamos condenados al sufrimiento, es que NO viviremos de verdad..., pero ¿no es a "morir" a lo que teníamos miedo? .

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