May
Lógica de la creencia
7 comentariosPues sí, ya ha salido mi más reciente libro. Me preguntaban el otro día cuánto tiempo me llevó y la verdad es que no lo sé. No sé ni cuándo lo empecé y sólo puedo imaginar, con una cierta holgura en las fechas, cuándo lo terminé. Nunca me suelo leer a mí mismo. Una vez corregidas las pruebas y dado a imprenta, ya vive por sí solo y suelo enfrentarme a mis textos, cuando no me queda más remedio que hojearlos, con la mirada del extraño, a veces con sorpresa por las vaguedades o errores palmarios que contienen, y otras con el mismo asombro por lo que sabía entonces (de lo cual se deduce que ya queda poco), o de las buenas fuentes que me surtieron. En esta última, una filosofía de la religión que saca a los pensadores analíticos a la palestra, es omnipresente el Aquinate. Y no es ocurrencia mía. Es idea de quienes piensan en estos temas a un nivel considerable, que le citan y le sacan la savia por doquier. Algo tendrá cuando sigue hablando más de 7 siglos después. Pero no es sólo él. Hay un sinnúmero de autores que han pensado sobre la cosa, algunos con unas intuiciones finísimas que he recogido con el mayor de los agrados, precisamente por lo mucho que me sorprendieron. Y ya está. Ahora a otra cosa…
Ah, como en un roscón de reyes, he colado el nombre de un fraile como si fuese la habichuela o el muñeco por el que todos suspiramos (a ver a quién le toca). Obviamente hay varios frailes cuyas obras sirven de referencia, y están citados académicamente, como debe ser. Pero hay uno del que me acordé en un sitio, mientras asistía a una conferencia y que me sugirió una ilustración para un concepto. Ahí anda. Es una especie de “McGuffin”, que diría Hitchcock, que sirve, en este caso, para animar a leer el libro a quien no esté interesado en él, pero quiera saber qué fraile aparece. Marketing de todo a cien, pero en fin...