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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

17
Sep
2009

Los niños del cielo (otra vez)

2 comentarios

¿Es posible que en una carrera uno no quiera llegar el primero? Parece que es extraño, pero entra dentro de lo probable. Quizá el que puede ganar deja que gane otro porque pertenece a su equipo, es su amigo, lo necesita más, o simplemente porque, sabiendo que puede ganar, decide no hacerlo. Pero, ¿es posible que alguien quiera llegar el tercero? Sí, si lo que pretende conseguir sólo puede hacerlo llegando el tercero y en ningún caso el primero. Esto me ha venido a la mente porque he vuelto a ver, a saltos, una de mis películas favoritas, Los niños del cielo, una historia que es una loa a la familia, la fraternidad y la gratuidad que para sí la quisieran los que más hablan de ellos con un lenguaje abstruso y a veces asustante. Porque si las familias son una de las principales fuentes de conflictos, también son, sin duda, donde se dan las acciones más “heroicas”, me atrevería a decir. En esta película, todo gira en torno a unos zapatos compartidos, que son el símbolo de la fraternidad y la paternidad. ¿Cómo recuperar esos zapatos? ¿Cómo poner por obra la fraternidad? Llegando el tercero en una carrera, y en ningún caso el primero. Si alguien tiene tiempo, le recomiendo esta excelentísima película ( está en el youtube en 10 partes ) que me sigue poniendo la carne de gallina cada vez que la veo y, cuando dudo del género humano, me reconcilia tan profundamente con él, que pocas dudas albergo ya.

 

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entós susurrante
17 de septiembre de 2009 a las 16:45

No he visto la película Los niños del cielo pero por supuesto que acaba de pasar a ocupar los primeros números en mi “lista de espera” de películas que merecen verse sin reservas, y me imagino que igual les pasará a todos los que lean el comentario, si es que aún no la conocen. ¡Cómo no alimentarnos con estos nutrientes imprescindibles que el séptimo arte nos sirve en bandeja frente a tanta oferta indigesta y nociva que nos intoxica gravemente casi sin darnos cuenta! No tengo las menor duda de que es una película maravillosa a juzgar por ese efecto reconciliador con el género humano que produce en el espectador, según testimonias. Y es que estamos profundamente necesitados de estos instrumentos que nos recuerden lo grande que hay en nosotros como Realidad Auténtica (sí, no me importa decirlo así, no me ve nadie…), porque nada nuevo hay (me temo que la gran mayoría nos hemos educado así, no se molesten los “filósofos” en pretender mostrárnoslo) en transmitir la idea de que el mundo (por supuesto inhóspito) en que vivimos está habitado por personas egoístas, que sólo buscan el provecho propio a costa de lo que sea, etc. No hay más que ver la crisis en la que estamos metidos, y cómo se comporta la gente… Pero, ¿es posible que tanta prueba “objetiva” y aireada (¡qué ignorantes seríamos si no fuera por los telediarios y eso!) de la maldad humana llegue a convencernos hasta tal punto que no reconozcamos ni siquiera en nosotros mismos que al menos algo en nuestro interior nos inclina hacia el otro, que el éxito del otro es posible percibirlo como propio, quizá como lejanos recuerdos de una Vieja Unidad imposible de perder? Tranquilo, si hay algún lector (para mi tranquilidad, creo que no) agnóstico que tiene los pies en el suelo y que se ha liberado hace tiempo de terribles ataduras de religiosas… En realidad, nada pierde uno con sentarse (o tumbarse, o lo que se quiera) EN SILENCIO consigo mismo… (¿no era Pascal el que decía que todos los males del mundo venían por la incapacidad de la persona de hacer esto?). A lo mejor empieza a ocurrir algo, pero, claro, esto no deberían ser parodias, ni autodemostraciones de que eso no vale pa´nada, aunque uno es libre de hacerlo así (¡mira si estas alturas de la “evolución humana” nos van a obligar a cosas!). Todos hemos comprobado la gran dificultad de conseguir ese silencio imprescindible para ir comprendiendo… ¿qué cosas? A lo mejor lo esencial de la persona y por lo tanto del mundo… qué sé yo. Pero se me ocurre que si nos sentamos a ver una película como la que recomiendas, nos ahorremos ratos de inquietud y zozobra a solas con nosotros mismos, porque seguro que después de verla, esa “autocita” es mucho más agradable y distendida y hasta podría seguirse de ella una información valiosa. Total, no tenemos que demostrar nada a nadie, sólo seguir viviendo peor o mejor (¿quién va a preferir lo primero?).

Yo
18 de septiembre de 2009 a las 11:29

Pensé que ibas a hablar de la Fórmula 1...

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