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Los ocho sacramentos y la conjura de los idiotas
3 comentariosA mis oídos llegó hace tiempo una anécdota, quién sabe si apócrifa, según la cual un profesor de teología que explicaba los sacramentos culminó una de sus magníficas lecciones con unas palabras más o menos semejantes a estas: “Hemos demostrado que los sacramentos son siete y no pueden ser más que siete… Si hubiesen sido ocho, también lo habríamos demostrado”. La posesión de esa magnífica tierra de nadie de las demostraciones de aquel terreno pantanoso que Kant denomino la “dialéctica trascendental" se adjudica al que juega mejor la partida de la germanía. Que los sacramentos sean siete u ocho, tal como lo planteaba el ínclito profesor, es el equivalente más o menos culto de la trifulca de gallos en que ha devenido ese debate ya huero acerca de la constitucionalidad o inconstitucionalidad de una amnistía innecesaria, no demandada por el sentir general y profundamente injusta. ¡Qué más da un sacramento más o menos! Si son siete es por algo y si uno demuestra que son ocho es por razones que, quizá de manera inopinada, cambian ese mundo en el que hay razones de sobra para que sean siete. Estamos ya en otro territorio, en otro juego y en otra concepción de la persona y de lo divino. Así juegan los amnistiadores y los amnistiados esa partida con la que han cambiado las reglas de un juego que les supera. Son el ejemplo perfecto que a un griego le hubiese gustado encontrar para ilustrar su concepto de ἰδιῶται, aquellos a los que solo les importa lo suyo, a los que el bien común les es totalmente indiferente. Idiotas es como lo transliteramos en castellano.