7
Mar
2008Mar
Lost in translation
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Ya casi estamos votando. Y cada quien votará lo que le venga en gana, lo que se le haya puesto en las narices o lo que le dicte su conciencia. Unos votarán a estos porque les permiten casarse y otros al otro porque les permite divorciarse. Aquellos basarán su voto en quién prometió subir más las pensiones y los de más allá en los que afirmaron que quitarían o reforzarían la educación para la ciudadanía. Unos creerán que tienen que ser fieles con su voto a determinadas ideas que suponen encarnadas por tales partidos y otros harán lo mismo con aquellos políticos de más allá. Y sin embargo, todas esas diferencias, y miles más que constituyen lo que los votantes anhelaban, se convertirán en una unidad amorfa que los políticos manejarán a su antojo. Ganarán estos, aquellos o los de abajo, pero basarán su crédito en esa masa informe que es simplemente un número de votos, cuyo origen es bien distinto, pero cuyo resultado sólo es uno: que, democráticamente elegida, nos gobierne esta oligarquía o aquella otra. Algo se ha perdido en la traslación o en la traducción, quizá lo más importante. Cada voto era un algo que se ha convertido en otra cosa, igual que el número 1000 puede ser el resultado de innumerables sumas distintas. Cuando pasado mañana vote, seré consciente de que todo lo que yo ponga en la papeleta desaparecerá, como decía el replicante de Blade Runner, “como lágrimas en la lluvia”. Es lo que tiene la democracia, que es el mejor peor sistema.