Jul
Más baile
0 comentariosSeguro que me repito, pero es que lo de ayer fue espectacular. Los frailes colombianos, organizadores del capítulo general, nos obsequiaron a los que asistimos a él con un festival folclórico de bailes típicos. Impresionante. Digo que me repito porque creo que el año pasado por estas fechas debí escribir algo semejante: no sé qué músculos ponen en movimiento ciertas piezas del cuerpo. Para mí es más difícil y tiene más mérito bailar una cumbia que tocar una sonata en trío de Bach (que creo que es lo más difícil que se puede tocar en el órgano). La velocidad con la que los bailarines movían pies, caderas, cabezas, la gracilidad de movimientos, la libertad de gestos a la que ponían forma fue, sin duda, una de las cosas más maravillosas de las que uno puede ser espectador (y partícipe, aunque sólo sea como mirón). La riqueza del folclore colombiano es espectacular: sin duda alguna los danzantes de ayer eran de primera fila (y así se lo reconocíamos con nuestros aplausos) y parecía que pretendiesen el más difícil todavía. ¿Se ha fijado usted que los bailarines, cuando olvidan su individualidad de yo-que-da-vueltas-a-la-cabeza y se vuelven personas que bailan, sonríen, al igual que los cantantes? Por algo será.
Tan bailonga fue la sesión que los capitulares y demás miembros de la intendencia del capítulo acabaron bailando una conga, unos con más fortuna que otros, todo hay que decirlo. Pero el solo hecho de haber asistido a tal evento artístico, preparado con tanto cariño por todos (que si se hubiese dado en el Carnegie Hall, la gente hubiese pagado cientos de dólares por verlo) casi se puede decir que justifica el viaje a Colombia. Que sí.