Jul
Más de hábitos
2 comentariosAhora que unos pasamos frío en Bogotá mientras otros pasan la canícula en España, es decir, ahora que supongo que poca gente lee el blog, voy a retomar un tema bien pero que bien animante de la discusión. El hábito. ¡Agggg! ¡Horror! Jajaja, parece mentira que una cosa tan accidental (porque lo es, por mucho que se pongan patas arriba algunos) provoque tales discusiones. Supongo que los que defienden el hábito en toda y cualquier ocasión, no importa cual fuere, estarían horrorizados de ver la variedad de hechuras habitales que pululan por el capítulo general. Están los de color blanco blanquísimo, los de color hueso claro, los de color hueso oscuro (casi carmelitanos)… Los hay finos, gruesos, bien cortados (sobre todo los de la provincia de Colombia: ¡qué bien hechos están esos hábitos!. Varios hemos querido “robárselo” a algún estudiante, tan bello es su corte)… Los hay largos (arrastrados) y cortos (casi veraniegos, ligeramente por debajo de la rodilla). Dependiendo de la procedencia de cada uno (tanto geográfica como histórica) el hábito es distinto. Essentia salvatur in minimis, que decían los clásicos: todos tienen lo común que conforma un hábito dominicano, lo que dicen las constituciones dominicanas que constituye un hábito, pero si uno se fija en las diferencias… resulta que tenemos a los dominicos, que son análogos, como decía Tomás de Aquino, ni unívocos ni equívocos: hay comunidad y diferencia (y predomina la diferencia). Y eso es fenomenal, quizá un tanto postmoderno, pero se trata de una postmodernidad que ya está en el Aquinate, o sea, una postmodernidad medieval. ¡Qué bello es el hábito dominicano! Y qué maravilloso es tener la prudencia de saber dónde y cuándo ponérselo.