May
Neognósticos
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Anteayer hablaba con un colega y amigo filósofo que da clase en un lugar que no es propiamente filosófico. Y me comentaba cómo, una vez que se plantean temas propios de esta disciplina (qué básicamente pueden reducirse a las preguntas del porqué) todo el mundo entra al trapo como miura inquisitivo. Lo mismo decía Emilio G. Estébanez respecto a la teología: pones una clase de tal materia y no aparece nadie; ahora bien, si en las asignaturas de antropología, física cuántica, química orgánica o enología sale alguno de los temas que tocan a nuestra disciplina hasta el que se sienta en el extremo más oriental del aula quiere intervenir. Y no es porque todos sean expertos, sino porque el tema nos toca de lleno. El Aquinate afirmaba que la teología es la reflexión sobre Dios. Dios es el sujeto de la teología, el tema, y las demás cosas en cuanto se relacionan con él. Y a partir de este presupuesto, se puede (y se debe) habar de todo. Si las novelas de tantísimo éxito que pueblan los anaqueles de nuestras tristes librerías (y digo esto porque las pobres parece que cada venden menos, o no venden más que lo bien publicitado por fantásticas cadenas de transmisión propagandística) no tocasen el tema religioso, no hubieran vendido ni la mitad. ¿Por qué necesitamos, me pregunto, que haya siempre una explicación alternativa a la “oficial” y que, precisamente tal alternativa sea la verdadera? Tal cosa nos sucede en todos los ámbitos de la vida: las discursos políticos oficiales ocultan la verdad, las religiones (perdón, el cristianismo, porque las otras no tienen este problema) han ocultado las verdaderas personas de sus fundadores, las historias alternativas y conspiranoicas ganan terreno a las versiones habituales, etc. De este modo, la basílica de mi pueblo, que está dedicada a María Magdalena (como el pueblo ése de El Código Da Vinci) también debe encubrir un secreto que nuestro párroco, el bueno de Don Jesús, no quiere revelar, jajaja. Todos esos temas son, como los eones de los que hablaba Eugenio D’Ors, unas constantes a lo largo de la historia. Nestorianos y monofisitas, arrianos y docetistas se pegaban en el terreno teológico, volaban alto. De un tiempo a esta parte, un nuevo gnosticismo ha acampado en torno a nosotros. Nihil novum sub sole… Pero habrá que pensar, de nuevo, en por qué surge este interés ahora y si acaso se puede aprovechar.