19
Dic
2006Dic
No hay bastantes belenes para tantos tontos
4 comentariosSi se hace una búsqueda por las obras completas del Aquinate, uno se encuentra con que el número de los tontos no solo es infinito, sino que se distribuye en diversas categorías: asyneti, cataplex, credulus, fatuus, grossus, hebes, idiota, imbecillis, inanis, incrassatus, inexpertus, insensatus, insipiens, nescius, rusticus, stolidus, stultus, stupidus, tardus, turpis, vacuus y vecors. Cada uno de ellos tiene unas características determinadas. No es lo mismo un cataplex que un turpis, pero ambos, al igual que los demás, se alzan sobre la idea genérica de ser imbécil. Parece que en estos días previos a las navidades han resucitado todos estos y han salido, como zombis, del subsuelo en el que se ocultaban el resto del año, para lanzarse a destruir belenes, nacimientos y cosas por el estilo. Y resulta que quien quiere defender los belenes, tiene que acudir a la idea de que es una tradición, es cultural, no es propiamente religioso. Y un cuerno. Es una manifestación religiosa simpliciter, y secundum quid un elemento cultural. Que tengamos que volver a los escolásticos para explicar cosas tan obvias es signo de que eran bastante más listos que los que hoy dirigen los colegios. Aristóteles decía aquello tan políticamente incorrecto de que “contra principa negantes fustibus est arguendum”, o sea, a quien niega los principios sólo se le puede argumentar con un palo, graciosillo que era el Estagirita. Vamos a ver, yo no sé quién se puede sentir herido por un belén, pero en último término me tiene que dar igual, porque es él el que no tiene derecho a sentirse herido. Y me explico, no crean que soy un intolerante autoritario. A mí me molesta el número 6. Sí. Resulta que no sale demasiado bien parado en la Biblia, de modo que cuando veo un 6 siento que quien lo usa está atacando mis más profundas convicciones. Es más, me he formado una concepción del mundo en la que el 6 es símbolo de imperfección, de modo que si alguien usa el 6, en cualquier situación, me hiere. ¿Qué diría usted? Pues que estoy como una cabra y que ni tengo derecho ni puedo imponer mis paranoias personales al resto del universo. Pues eso. Y si esta razón no les convence, que hable Aristóteles.