13
Nov
2006Nov
No te metas en mi vida
1 comentariosEscucho una entrevista que le hacen a la ministra de sanidad. Preguntada acerca de ciertas normas sobre el fumar en lugares públicos, las grasas de las comidas, se muestra inflexible: “pues habrá que hacerlo”. No hay lugar a la réplica. Me horroriza la postura meticona que está tomando este gobierno, y en general los políticos, en la vida individual de las personas (ya no diré ciudadanos, porque las personas son mucho más que ciudadanos, por mucho que se empeñen en reducirnos a eso). La sana tradición liberal (ojo con este término, que significa muchas cosas) nos dice que debemos discutir racionalmente acerca de las cosas que nos competen a todos, pero que en mi ámbito privado, yo puedo hacer lo que me dé la gana. Hay por ahí una cierta amenaza que está planeando sobre la cabeza de los fumadores: no le vamos a operar si usted enferma y se obstina en ser fumador. Los gordos van por el mismo camino. Si usted no quiere quedarse fuera de los beneficios del estado de bienestar, debe empezar a hacer gimnasia como un poseso (justo lo contrario de Francisco Ayala, que afirmaba haber llegado a los 100 años con dos vasos de güisqui al día y ni un solo movimiento gimnástico), debe dejar de fumar, y, dado que el Estado nos dice: “no podemos conducir por ti” (porque lo haría si pudiese), no coja el coche. Eso sí, parece que si a usted le da por escalar el Teide en pelotas, y resulta que sufre un accidente, no hay problema en que le traten médicamente (¿por qué demonios tengo yo que pagar con mis impuestos las locuras de otros?), al igual que nadie le va a preguntar, en el otro extremo, por qué usted se ha metido el chute de cualquier porquería antes de decidir si curarle. Me parece que el convertir en víctimas definidas a los fumadores, a los gordos y, dentro de poco a los que van a las hamburgueserías es una técnica excelente para evitar la indefinición de las acciones, pero es sumamente injusta. La justicia social no va por ahí, se pongan como se pongan.