13
Feb
2008Feb
Ole por María San Gil
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La verdad es que las cosas que pasan en este país, si no fuesen trágicas, serían de sainete. Que una panda de imbéciles abuchee a María San Gil, llamándola terrorista, asesina y cosas por el estilo, nada menos que en una universidad, que es, supuestamente y al menos en teoría, la sede de la ciencia, tiene delito. Que los políticos de otros partidos se queden tan panchos, porque la cosa no va con ellos aún tiene más. Porque, como decía el otro día un artículo del Washington Post, los hombres nacen iguales, pero las opiniones no. La falacia de los que andan todo el día con la palabra democracia en la boca (República Democrática del Congo, República Democrática de Alemania, etc.) es que, aunque no lo crean, están dispuestos a aparentar que sí, que las opiniones son todas iguales. Lo cual no es más que una falsedad. Una opinión, la de estos estúpidos nazis, por ejemplo, que supone una carga de profundidad contra el sistema democrático, el estado de derecho y esas cosas, no puede ser admisible en ningún caso. Y menos en la universidad. Van ya unos cuantos episodios en los que a estos recintos se veta, o al menos se imposibilita, la entrada de gente que tiene ideas, casi siempre por los que no tienen ninguna y sólo viven de eslóganes baratos y del erario público, dos cosas que suelen ir casi siempre de la mano. Todos los totalitarismos empezaron siempre por un grupo de iluminados a los que los demás les dejaron hacer. Y esté uno de acuerdo o no con las ideas políticas de María San Gil (que las ideas políticas casi son lo de menos), de lo que no cabe duda es de que hay que quitarse el sombrero ante esta mujer de bandera. Y si alguno de esos pollinos que hoy la agreden es injustamente recordado por la posterioridad (ya se sabe que la memoria es bastante selectiva) lo será precisamente por ella. Ole y ole María San Gil (que además es licenciada en filología bíblica trilingüe, por si fuera poco. Lo que yo hubiera hecho, de ser ella, es jurar en hebreo o griego).