10
Feb
2008Feb
Onfray contra Mackie
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Pues sí, qué tranquilidad. Puedo escribir lo que quiera y quien quiera contestar podrá hacer lo mismo, es decir, disfrutar de su libertad en este espacio. Si no se alcanza en otros es por múltiples razones, pero agradezco la solidaridad de las gentes que han manifestado su apoyo en estos momentos de asalto, acoso y derribo, jajaja. Pero nada, é pa’lante que vamos, que dicen en la República Dominicana, aunque no sepan muy bien ni dónde está adelante, ni si van o vuelven. Lo importante es la actitud, ¿no? Estos días ha salido entre los comentarios algo que creo que es preciso recalcar, y es lo que yo llamaría la secuela de Onfray. Michel Onfray escribió un libro muy malo, que se llama Tratado de ateología y que publicó Anagrama. Yo hice una reseña diciendo que si mis alumnos de teodicea me presentaban un trabajo del nivel de ese libro, probablemente suspenderían. Se trata de una obra que se quedo en el siglo XIX. Y si ese es un siglo importante, han pasado muchas cosas después, que hay que tener en cuenta. La racionalidad decimonónica no se puede aplicar sin más al análisis del hecho religiosos en el siglo XXI; al igual que no se pueden aplicar los mismos esquemas físicos o económicos. Si quieren un buen libro, que desarrolla argumentos contra el teísmo, lean El milagro del teísmo, de Mackie. Ese sí. El de Onfray es muy malo. Y el de Mackie es bueno porque, entre otras cosas, se acerca a la racionalidad del cristianismo y trata de refutarla desde argumentos puramente racionales. El de Onfray es el suspiro del ateo incomprendido, enfadado y quizá un poco paranoico por no se sabe qué razón, que sospecha que toda la historia del cristianismo es irracional y un conjunto de falsedades que se ocultan tras un velo de no sé qué. Por supuesto que los cristianos (no todos, quizá sólo los que nos dedicamos o los que se dedican a esto) hemos leído a Feuerbach, y a Holbach y a Hume y a quien quieran (del mismo modo que sólo algunos ateos habrán leído a Feuerbach y a Marx, mientras que muchos otros simplemente se fían). Nunca un cristiano tiene que temer a la razón, que forma parte de nuestra constitución, y si Dios nos la puso, será para algo. El pecado, la falta, o el no poner el talento a producir, es el no usarla. Nunca me cansaré de decirlo, porque ya lo dijo Tomás de Aquino: toda verdad, venga de donde viniere, es del Espíritu Santo. Y ahí está la razón (o amplíenlo, todas las facultades humanas: intuición, sentimiento, experiencia, etc.) para llegar a ella. Si un libro critica la racionalidad del cristianismo de modo racional siempre será bienvenido. La descalificación mutua y fácil que nos hacemos unos a otros no pasa de ser una sopa de humores no digeridos. Ahora bien, lean lo que quieran, faltaría más, que todos somos libres y todos somos racionales. No dejen que les convenzan de lo contrario, porque no hay nada más lejos de la realidad. Y sin miedo a la razón.