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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

6
Jun
2006

Otra vuelta de tornillo

5 comentarios

En el teatro da Comuna de Lisboa, se representa estos días, y durante un mes, la obra titulada “Me cago en Dios” escrita por un supuesto paladín de las libertades (supongo que de la suya, porque las del resto se las pasa por el arco del triunfo). La propaganda de la misma dice que esa obra se presenta “como una crítica a los mecanismos de culpa, a las ideas que sabotean la libertad y a las palabras comprometedoras”. Si yo no fuese un caballero, me pondría a la altura de este señor compositor de obra y compondría una pieza titulada algo así como “hago de cuerpo sobre el progenitor-B de este sustancia individual de naturaleza puede que racional que ha escrito esta sandez”. Pero claro, soy un caballero y nunca podré decirle eso. Vamos a ver. Si muchos consideramos que Dios es un padre, ¿por qué se permite que alguien se cague en él? Si alguien se cagase en mi padre físico, lo menos que puede esperar es, en el mejor de los casos, una querella y en el peor vaya usted a saber. No sé, no entiendo qué está pasando, cómo hay gentes que crecen al son del desprecio de lo que es importante para los demás.

Es más, parece que esa obra se representa a cargo de presupuestos del estado, de España, vamos. Y es que volvemos a lo de siempre. Ya los clásicos decían aquello de “quod Deus perdere vult, prius demendat”. Bueno, pues los dioses han sido cambiados por los imbéciles y la locura que aquellos enviaban por la descalificación yla despersonalización. Primerofueron los fumadores, pero como yo hace tiempo que lo dejé, me importó poco (no es cierto, pero es para parafrasear a Brecht). De la mano, vinieron los católicos, pero como no soy obispo ni jerarca, pues me dije: “les está bien”. Ahora van a por todos. Pero ¿quiénes se han creído esta panda de sandios? ¿No es esto una versión de todo a cien de “el Estado soy yo”, pero sin Ilustración, sólo con chabacanería? Vale. Y porque soy un caballero, sino me acordaría muy mucho de sus progenitores A, B, C, etc. Ya cansa. En el camino nos encontraremos.

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Gustav Muller
7 de junio de 2006 a las 01:50

Cada uno se queja por lo que le da la real gana: unos se quejan de las religiones de manera soez (motivos no sobran para la queja... ni a veces para ser soez) y otros se quejan de que se quejen otros. Siempre igal. Estamos demasiado acostumbrados a la moral del resentimiento, que se alza frente al otro para construirse a sí misma, una moral vulgar, de esclavo, de reacción. Desprecio tal cosa. Dicho lo cual, si alguien quiere encender de nuevo por ello las hogeras, ¡adelante!, puedo estar de acuerdo en que aún sobra demasiada gente. Me apunto al bando de los que queman, claro, no al de los que son quemados: lo que es de mártir no me veo. A ver si TODOS nos miramos más a nosotros y dejamos en paz a los demás. ¡Peste de moralina! Creo que ya he dicho demasiado. Me voy a leer a san Nietzsche. Amén.

JMValderas
7 de junio de 2006 a las 10:58

Si en una revista de ciencia, hablo por experiencia propia, alguien pretende escribir sofismas del tenor de la aportación anterior no llega ni siquiera al buzón de entrada. ¿Lo quemo? Sí, pero no en ninguna hoguera sino en el crisol de la realidad objetiva. La moral tiene también su fundamento real, su campo objetivo de referencia donde acrisolarse. Si alguien me insulta, insultando a mi padre (como expone Sixto), y se lo recrimino, apelar a la libertad de cada sujeto resulta inmoral. Con peste o sin ella. Hay sistemas éticos más rigurosos que el del autor de "Así hablaba Zaratustra", a quien respeto como espléndido filólogo clásico (me lo descubrió mi maestro Alsina) y virtuoso de la lengua alemana. Y me parece ofensiva la apostilla final, Gustav. Ofensiva para quienes aplicamos el epíteto a los seguidores heroicos de Cristo y reservamos la afirmación final para las declaraciones santas.

Chema
7 de junio de 2006 a las 15:53

Queridos amigos, Sixto y Moisés, como creo que «no existe mal tan grande como una opinión errónea», como dijo Platón en el diálogo Gorgias 458a, y pocas cosas más sagradas que la defensa de la amistad, siguiendo aquella máxima de amicus usque ad aras, vuelvo aquí con una clara intención de sentar un par de verdades: se habla mucho pero no se obra en consecuencia. Y me explico. Defiendo que mi amigo usa “san” o “santo”, en el sentido originario del término, como “separado”. Nadie podrá negar que Nietzsche, por su peculiaridad, al margen de gustos y disgustos, está claramente diferenciado de otros autores. Dicho lo cual, santo reconocido en la placa de una calle sólo hay uno, y éste es el amigo Hume. Hasta tal punto llegaba la amistad en aquellos días. Pero, en segundo lugar –no quiero desviarme mucho más–, los sofismas se cierran, si te exigen más seriedad de la que se presume, citando las Escrituras, si el experto crítico –de lo que no me cabe ninguna duda– las tiene como tesoro. A mi me gusta san Pablo, y esta cita de la Epístola a los Corintios 11, 16: «De todos modos, si alguien quiere discutir, no es ésa nuestra costumbre ni la de las iglesias de Dios». Seamos consecuentes y callemos. O mejor, tomemos este otro pasaje, de los Evangelios, «[…] si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti» (Mt. 18, 9). No hay valor, por supuesto; pero tampoco ninguna impudicia o vergüenza por cegar a los demás. En rigor, como dice Guignebert, no existen cristianos.

Tertio Excluso
7 de junio de 2006 a las 17:49

Gustav Muller, hablas de Nietzsche, y de moral de resentidos.... o sea, de lo mismo. Entiendo que resentido es el que profiere afirmaciones del tenor de: "Me cago en Dios". Si a alguien le insultan, y no es que digan de él algo que sea cierto y probado, sino un insulto, como cagarse en él, que sólo es propio de campos de concentración, el echar las heces sobre otro ser humano (o divino), creo que ya dice mucho de sí. No veo nada malo, o dímelo tu, Gustav Muller, en decir que es una ofensa cagarse en cualquiera, y que no debería de decirse ni hacerse tal cosa.

el marinero de los monegros
8 de junio de 2006 a las 15:52

Gustav: tu discurso es politicamente muy correcto y actual; pero poco respetuoso y tolerante. Ya que nos miramos a nosotros mismos, nos vemos con dignidad y estima y, - desde el respeto-, no aceptamos que insulten y se burlen de algo que para nosotros tiene mucha importancia. Uno puede - en cualquier ámbito de la vida- posicionarse en un sentido u otro, pero no por ello ofender ni molestar al que piensa o cree de otra manera.
Esto, bastante elemental y sencillo, no sé si está sustanciado en grandes filósofos alemanes o pensadores profundos. Es algo que a mi me enseño mi abuelo en una humilde familia de pueblo.

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