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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

15
Ene
2022

Para Dios el cero no existe

3 comentarios
araña

Si alguien no tiene mejor que hacer en los próximos días, mi consejo es que vea o vuelva a ver la película “El increíble hombre menguante”, del año 1957. No solo es un prodigio técnico en el que todavía se ve el trampantojo, cosa que es de agradecer en un mundo en el que distinguir lo real de lo simulado pasa por ser imposible, sino que es, sobre todo, y a mi entender, una moderna puesta en escena del relato de Job. En el fondo, la historia de Job es casi la de cualquier ser humano que ponga el pie en la Tierra. Puede que la vida no le golpee con la intensidad con la que maltrata al santo paciente, aunque el protagonista del filme, en la escena más icónica de la película, tiene que enfrentarse para salvar su vida a un arañón terrorífico,lo que no es moco de pavo.

La película que comento no es solo la historia de un hombre que va reduciendo su tamaño, conservando, eso sí, las proporciones corporales y demás (lo que seguramente mitiga su sufrimiento: la deformitas, la pérdida de la forma debida, añade un plus a la desgracia de cualquiera). Es sobre todo la historia de un duelo: el de un hombre que se ve abandonado por el mundo, que se rebela contra ello y que acaba por aceptar su nueva situación en una escena final que es absolutamente apoteósica. Por ella, algunos comentaristas hablan de esta como una película panteísta. Se ve que la glorificación contemporánea de lo natural hace que muchos se sientan cómodos en ese universo del Deus sive natura, pero el panteísmo –Schopenhauer dixit– no es sino un ateísmo cortés. No, el mensaje no es panteísta. El mensaje es el mismo que el que contiene el libro de Job: no es posible que en este universo magnífico los sufrimientos del más pequeño de los hombres (qué gran acierto la metáfora del empequeñecimiento físico) carezcan de significado para Dios. Para Dios el cero no existe. 

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Félix
26 de agosto de 2022 a las 20:44

En efecto, para Dios el cero no existe, afortunadamente. Ninguno somos cero, sino activos que cuentan en el haber de nuestro Dios, afirmación que es una solemne tontería porque no hay otro dios.

Otto
20 de septiembre de 2022 a las 14:56

Me ha seducido el título y por eso entre a las líneas del artículo.... No puedo negar que porque alguna vez fui Cartesiano me gustan las caras que nos pone la "RAZÓN ".... Bien, ahora voy a lo que me colocó aquí..... , Siendo adolescente mientras estudiaba álgebra encontré la historia del desdichado matemático que se tropezó con el concepto del cero como el conjunto vacío.... ése encuentro me produjo un frío y un vértigo como el que caminando a oscura queda de puntillas en el borde del acantilado ( literal) desde ése encuentro he reflexionado sobre el cero a la luz de la razón y la espiritualidad y al final sentí que el Espíritu Santo me agarro de la mano en mi acantilado y me susurro al oido, ¡Salta!. Entonces reconocí lo grande que soy para Dios .... porque la división de un número entre cero ( la nada) el resultado es el infinito.

Jorge Alvarado Hernández
5 de octubre de 2022 a las 06:37

Jesús nos habla de la pequeñez en Dios, que es como la sencillez de aceptación y de seguimiento; sin embargo, hay otra pequeñez, aquella que no nos permite estar a la estatura de nuestra humanidad, aquello que nos aleja del prototipo CRISTO.

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