15
Mar
2008Mar
Pareyson y Dostoievski
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Un par de notas de un libro de Luigi Pareyson, maestro de Vattimo, Eco y Givone, sobre Dostoievski, que me han hecho pensar: “Al volverse banal, el diablo banaliza todo lo que toca: él también puede creer en Dios e ir a misa, pues Dios es reducido a una simple idea que todos pueden admitir como una apariencia engañosa, e ir a misa no es más que una convención que cualquiera puede practicar (…). El descenso del ateísmo en la realidad, lejos de poder considerarse como una progresiva atenuación o pérdida de su eficacia, es más bien su cumplimiento y realización. El ateísmo irá perdiendo poco a poco el rugiente furor de la rebelión, el ímpetu rabioso de la protesta o el gélido fulgor de la blasfemia, pero esta degradación no será una decadencia, sino la perfecta resolución del ateísmo en nihilismo, un nihilismo que no necesita izar banderas de destrucción entre un estrépito de martilleros y un clamor de trompetas, porque ya los ha embarcado a todos en su causa y de simple programa ha pasado a transformarse en un modo de vida (…). Se trata, mejor dicho, de la completa realización del ‘todo está permitido’: la eliminación de la elección trae consigo la ausencia de todo dilema, y por lo mismo, la superación de los problemas, dramas y angustias de la vida (…). La victoria del nihilismo implica ahora el completo exorcismo de todo espíritu religioso de la realidad donde aquél se ha encarnado dispuesto a poseerla por entero. No por ser tranquilo este nihilismo cotidiano cesa de negar: se trata, precisamente, de una negación tranquila, a sangre fría y sin dramas, pero no por eso menos destructiva y letal. Sin embargo, la religiosidad, expulsada del mundo real, se refugia en el corazón de la vida personal: es tan absoluta su negación y expulsión de la vida real que el único espacio para el espíritu religioso se da bajo la forma enfermiza y anormal de la desesperación y la disgregación de la personalidad. Éste es el estadio donde el espíritu religioso, emigrado del mundo de los hombres, no puede hacerse oír sino por medio de la voz angustiada y doliente de la desesperación y la locura, como le sucede precisamente a Iván [Karamazov]. También en esta oscura y amarga premonición del mundo contemporáneo se revela la singular actualidad de su pensamiento” (L. Pareyson, Dostoievski. Filosofía, novela y experiencia religiosa, Madrid, Encuentro, 2007, pp. 267-269).