En Polonia (bueno en la parte que conozco, no quiero generalizar) hay crucifijos, vírgenes y santos por todas partes. Frailes, monjas, curas y demás andan con sus vestiduras talares con toda normalidad. No, no, no quiero decir que el “modelo” sea exportable a España ni a ninguna otra parte. Cada lugar tiene sus peculiaridades, su cultura y su historia, escrita o no. Pero siempre pueden tomarse referencias para pensar la propia identidad. El otro día aparecía en el País un señor que pedía la retirada de crucifijos, de todos los símbolos religiosos, porque le recordaban una sangrienta dictadura bendecida porla Iglesia.Sinmatices. Supongo que lo siguiente que pedirá (si cabe seguir la lógica) será que se derriben los pantanos, se disuelvala GuardiaCivily, como último paso,la SeguridadSocial, que también estuvieron en connivencia con el anterior régimen. Cuando todo se mezcla, no se llega a ninguna parte (aunque parezca que sí). Aquí, para los polacos, según escucho, las referencias religiosas expresan, precisamente, la lucha por la libertad bajo un régimen que hacía buena casi cualquier otra cosa. De todos modos, parece que entre las generaciones más jóvenes no hay grandes polémicas: el pasado actúa como parte del presente y no como motor del presente, que parece que es lo que pasa en España. Y hay tal cacao de historias que cada quien, viendo cómo la que considera que no es verdadera (porque a él la fiesta le fue de un modo bien distinto) se impone en según qué ámbitos, sufre como un torero. Desde luego, no se puede hipotecar a las generaciones venideras con los pecados de las anteriores, al menos no para la eternidad. Y no tiene sentido quitar el pecado de nuestro padre Adán para generar un nuevo pecado original (de hace 70 años) que nos toca a todos los españoles que no lo enunciamos. Cui prodest?
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.