Me he encontrado en el Facebook con estas declaraciones de Gianni Vattimo sobre Berlusconi y la iglesia italiana. Es un buen berenjenal, de eso no cabe duda. Pero lo que más llama la atención, porque creo que tiene bastante razón en su apreciación, es que muchos de los problemas eclesiásticos no son problemas de fe, sino problemas de poder. No cabe duda de que la institución eclesial, tanto en Italia como en el universo mundo, en cuanto institución es poderosa. Y ese poder (que lo tiene, en su medida, también el profesor, el policía o el funcionario que se niega a ponernos la póliza de turno) se puede ejercer en muchos sentidos y con muchos objetivos, algunos evangélicos y otros profundamente antievangélicos. Sí tengo claro que una dosis de poder es inseparable de cualquier institución, es decir, la génesis de una institución lleva de la mano la asunción de determinadas cotas de poder (insisto, en el sentido amplio en el que hablaba arriba). Ahora bien, cuando ese poder se convierte en un fin en sí mismo (que es su tendencia natural) es cuando se vuelve profundamente contrario al evangelio. Y creo que hay que ser astutos e inocentes para no caer en sus garras y convertir los problemas del poder en problemas de fe (que no lo son, ni de lejos).
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.