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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

5
Jun
2006

Políticos y culebrones

3 comentarios
En la viñeta del domingo de Mingote en ABC un inmigrante en condiciones penosas le dice a otro. “Estoy ansioso por saber si la culpa de esta situación es del gobierno, como dice la oposición, o es de la oposición, como asegura el gobierno, porque el saberlo me tranquiliza una barbaridad”. Desde luego, no seré yo quien compare mi situación vital con la de este pobre, paupérrimo y desesperanzado ser humano. Pero la gracia de Mingote es que las palabras que pone en boca de este desheredado las podríamos asumir cada uno de nosotros, creo. Lo de los políticos es de vergüenza. Los telediarios y los noticieros radiofónicos o “partes” son salsa rosa política: X le ha dicho a Y que Z no sé qué (por lo menos, las bobadas de los personajes del papel couché tiene más morbo). Y al día siguiente aparecen exactamente los mismos, y así sucesivamente. Y lo curioso es que lo que hagan estos personajillos nos encona, nos encocora y a mí personalmente me hastía. Salir al extranjero y no enterarse de lo que pasa en España es una bendición, porque cuando uno escucha un día y otro lo mismo, lo mismo, lo mismo y lo mismo tiene la sensación de que le están robando la vida poco a poco. Me importa un rábano el estatuto de esta autonomía, si aquellos son nación, imperio o reino de taifas; no quiero oír lecciones de moral de políticos (no es lo suyo, así que manténgase en su redil) y quiero un gobierno aristocrático. Sí, ya sé que las duquesas y condes que pueblan este país no son los más adecuados para gobernar. Entendámonos. Los aristoí son los mejores, y por desgracia, nos gobiernan y hacen oposición los peores, gente de pocas luces, menos ideas y palabra fácil, gente que cuando habla en un mitin se hace preguntas retóricas y pisotea la ciencia de Cicerón y Quintiliano, gente borracha de poder. A mí quién diga una cosa u otra me tranquiliza, como al emigrante, una barbaridad. Quizá es que este culebrón político y polimorfamente perverso es lo que persigue, que nos dé a todos lo mismo, y a fe mía que lo están consiguiendo. ¿Por qué la época gloriosa para los griegos fue la de Pericles? Pues eso.
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el marinero de los monegros
5 de junio de 2006 a las 15:05

En la política y en los sindicatos, hace veinte o veinticinco años, estaban de los mejores. Gente con proyectos, con ilusiones, honrada, utópicas. Gente con formación a la que, poco a poco, pero inexorablemente, han ido barriendo los que desde hace años nos gobiernan. Gente con pocos escrupulos, para los cuales la política es el arte de llegar al poder y mantenerse/enriquecerse con él, serviles hasta el infinito. La democracia se debe regenerar. Este modelo partidista y caudillista no es democracia. No merecemos que esta gente nos represente. Democracia no es sólo decir amén cada cuatro años.

FFP
5 de junio de 2006 a las 15:44

La lástima es que están tan esimismados en lo suyo que hasta se lo creen, y si leyeran ti post, Sixto, se escandalizarían de tí, no de ellos ni de su quehacer, cuanto menos de su conciencia: -¿Y los emigrantes? - Ah, ¿pero existen?, yo creía que eran sólo palabras para la retórica.
Hace falta más denuncia. Gracias

JMValderas
5 de junio de 2006 a las 18:46

He tenido que leer varias veces el texto, Sixto, para, calzándome tus zapatos como dicen los sajones, comprender el lado positivo del mismo. Mingote puede tener la vis ingeniosa necesaria para centrar la cuestión, pero no podemos poner en el mismo rango quien tiene la obligación de solucionar un problema y quien tiene la obligación de denunciarlo. No podemos equiparar quien defiende unos principios a quien hace tabula rasa de ellos. Darse por cansado y hastiado es una opción. No me parece la más noble de todas las posibles. No apelaré al profetismo, sino, desde una perspectiva más rupreste, a la coherencia. A tí te da igual lo que diga este o aquel estatuto. A mí no. A mi no me deja indiferente que el título primero del estatuto catalán sea un compendio de degradaciones de la dignidad de la persona y de la familia. Las ideas claras --recuerda Garrigou Lagrange, recuerda Ramírez, recuerda Menéndez Reigada, recuerda Maritain, recuerda Mauriac, recuerda Bernanos-- muchas veces exigen posturas contundentes y enfrentadas, donde se afile la inteligencia, no se retuerza el derecho y el lenguaje no se corrompa (no se torne pornográfico, sensu etimologico). La parvedad de los políticos refleja la miseria de la sociedad. Yo diría la apatía y miedo de los cristianos. Su relativismo contemporizador y cobarde.

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