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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

18
Feb
2009

Probablemente...

1 comentarios

El periódico El Mundo de ayer trae una viñeta de Ricardo que es todo un tratado de teología. Sólo en una sociedad con el estómago lleno y la cabeza también demasiado ocupada se propone en términos de combate (no de debate) la polémica de los autobuses con el mensaje de si Dios existe o no y si hay que disfrutar de la vida. La viñeta de Ricardo nos recuerda que esa polémica sólo la tenemos una vez que hemos cubierto, y bien, las necesidades básicas y quizá hasta nos sobra para desperdiciar…, porque entonces podemos convertir en disputa intelectual lo que, en circunstancias distintas, es una cuestión vital. Creo que era Torrente Ballester quien decía, en una de sus novelas, y planteando la hipótesis (¿descabellada?) de un obispo ateo, que es una injusticia que Dios no exista. Si no existe, la inmensa cantidad de hombres del presente y del pasado (y por desgracia, me temo que también del futuro), que no tienen consuelo, como los que aparecen a bordo de esa patera-autobús, definitivamente no tendrán más esperanza que la que el resto de la humanidad le proporcione... Y ojalá fuese mucha. William James, en su espléndida conferencia “La voluntad de creer” considera que la opción de la fe es lo suficientemente seria como para –valga la redundancia– tomársela en serio, porque de ella se siguen una serie de acciones. Seguramente hay cristianos espantapájaros, quizá yo mismo, que estamos ahí puestos viendo pasar las estaciones… Mas no me trago de que la fe, en todos los casos, sea inane. Sólo hay que ver quién recoge a los que ya nadie quiere, y hasta con una sonrisa. Esta viñeta me recuerda que la fe tiene un objeto y que ese objeto debería (y probablemente lo hará) hacer que todos disfruten de la vida.  

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entos susurrante
19 de febrero de 2009 a las 23:20

No puede menos que decirse que, efectivamente, la viñeta de Ricardo, como imagen (en esta ocasión, sí) vale más que mil palabras –la mayoría- vacuas con pretensión de intelectuales (no creo que filo-sóficos) razonamientos demostrativos de la existencia o no de Dios. Como tú bien dices, ¡ya lo creo que es todo un tratado de teología! (seguro que a Santo Tomás le hubiera encantado). Nuestra sociedad anda muy aburrida y de vez en cuando se inyecta pasatiempos como el de jugar con la creencia en Dios (¿quién que sea un poco intelectual y moderno puede ser tan ingenuo?) riéndose de ese recurso trasnochado al que se agarran algunos porque les da miedo “vivir de verdad”, o sea, divertirse (no importa a costa de quiénes o qué), pasarlo bien, sin pensar que “un ojo dentro de un triángulo” les mira. El caso es que, como Aristóteles dice, el estado de “bienestar” para el hombre, es decir, de las necesidades básicas cubiertas, incluso de la adquisición de los conocimientos “relativos al placer y al pasarlo bien” (¡ojo!, que esto no lo sitúa como “actividad última”), es el fundamento para que la persona cultive “el maravillarse” por las cosas, y esa actitud NATURAL en ella (por la que ¡participa! de lo divino) le lleva a ejercitar el fin más excelso en el hombre que es “la investigación que se deleita y se sirve de la contemplación” (la “theoría”). ¡Cómo no se daría cuenta El Estagirita de que lo que el hombre necesita de verdad es quitarse de encima la creencia en “lo divino” para realizarse! Claro, estos “antiguos” es lo que tienen, que no han sabido comprender lo “esencial” como ahora hacemos por fin, ¡y eso que todavía no estaba influido por el cristianismo!
¿Caeremos en tal ignorancia, nos quedaremos tan “dormidos” (la eterna metáfora para el que vive una vida de espaldas a ese “admirarse” que le es propio) que sólo con experiencias como la de los inmigrantes que viajan en patera, es decir, con sufrimientos extremos, mantendremos si quiera la inquietud profunda de que existe algo más que el hombre? ¿No hay nada por lo que dar gracias que no dependa de los últimos hallazgos de la ciencia y la técnica? Y, en cualquier caso, ¿cómo hemos podido llegar a esos niveles científico-técnicos? ¿Qué nos ha impulsado? Si perdemos nuestra capacidad innata de preguntarnos por el mundo, ya sabemos lo que nos espera. Muchos visionarios nos lo han mostrado “artísticamente” (¿Qué tal unas entradas para ver, por ejemplo, Matrix?-¡vaya, ya se me escapo otra vez!) . La viñeta de Ricardo con esas caricaturas amables y expresivas también sirve para esta reflexión, porque no nos deja indiferentes, sobre todo si lo hemos podido ver guiados por el comentario de Sixto.

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