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Pues yo, lectura creyente, qué le voy a hacer
3 comentariosEn España tenemos un presidente que no nos lo merecemos. Después de su (hu-)ida a hacer las Américas y a rezar en Washington se han desatado la batalla prensil (de la prensa) entre los que le vituperan y sus corifeos áulicos. Entre los primeros está Juan Manuel de Prada que hoy, en el ABC, le llama de todo menos bonito. Entre los segundos, J.J Tamayo, que, en El País, ve en ese discurso una continuación de la tradición de Lévinas, lo cual es mucho ver (es lo que tiene la sobreinterpretación, como sucede en gran parte del arte contemporáneo: sin ella, las naderías y mindundeces permanecen como naderías y mindundeces, luego, por lógica, lo que es la obra de arte es la interpretación). No sé qué es una lectura laica de la Biblia a la que se refiere este buen señor, porque en la Biblia, por suerte o por desgracia, la construcción de humanidad no se hace sua sponte, sino porque detrás hay un origen común, una raíz, un suelo (Dios, por si alguno no me entiende). Todo eso que leyó el presidente de dar el sueldo, pagar el salario y todo lo demás, como acoger al inmigrante, liberar a los esclavos, se hace por una razón que no es el contrato social, el pacto entre individuos, la manifiesta bondad paternal del estado ni la naturaleza genética común… Es porque la fraternidad es previa a la decisión de los individuos, los estados o las instituciones. Nacemos en ella, y eso, así creído, postula un suelo común. Por eso me parece inadecuada la lectura de Tamayo cuando dice: “el comentario del presidente me parece todo un ejemplo de lectura laica de las Escrituras judías en clave de liberación, en perspectiva humanista y en el horizonte de la utopía”. Suponiendo que él sepa qué demonios es eso de una lectura laica de las Escrituras (supongo que se referirá a una lectura del mismo cariz que la que yo puedo hacer de las Metamorfosis de Ovidio), no creo que sea la propietaria de la liberación, el humanismo (entendido como defensa de lo humano, supongo) y