Jul
¡Qué magnífico habría sido ser un fraile dominico!
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Qué desatendido está este paraje bloguero. Pero tengo tantas cosas que son sólo cosas y que me llenan hasta que encuentro una no-cosa (qué bien funciona esto en inglés y qué mal en castellano: thing y no-thing) que no es nada, pero lo es todo. Hay muchas no-cosas, pero ya no voy a seguir con esta jerga de no-x, como no-lugares, no-personas o no sé qué más, porque acaban convertidas en una palabrería huera al poco tiempo. En fin, entre esos asuntos que me ocupaban estaba George Santayana, un pensador español radicado en Harvard y que toda su vida fue materialista, naturalista, no creyente y, sin embargo, católico. Una categoría más para los filósofos de la religión. En un momento de la lectura me he quedado sorprendido al leer que en su “Breve historia de mis opiniones” afirmaba: “qué magnífico habría sido ser un fraile dominico”. Me he encontrado con muchos otros escritores que afirmaban algo parecido. Hoy mismo escuchaba a Timothy Radcliffe dar gracias por su vida dominicana, por todo lo que la Orden le ha dado y le ha hecho ser. A veces, cuando uno decae, tiene que mirar al lado brillante de la cosa, como decía aquella canción que cierra “La vida de Brian” y, sobre todo, a las personas brillantes, como es el caso de Timothy, gente que emana luz por donde pasa. El sufrimiento, la desgracia, el mal en cualquiera de sus formas nos atrapa y nos impide mirar a otra parte, pero este brillo de lo auténtico no es menos poderoso, aunque enseguida se nos vaya la atención hacia la cara oscura, que tiene mejor fama. Hagamos la prueba: ¿qué congreso (filosófico, teológico, antropológico, etc.) atraerá más gente, uno que se titule algo así como "el imperio del mal" u otro que hable de "el poder del bien"? Un amigo, experto en estas lides, me decía que proliferan los congresos sobre el demonio (donde se habla de Dios) y se llenan de gente, que probablemente no iría a un congreso sobre Dios. Me quedo con la luz que emanan las palabras de Santayana.