May
Qué serán las cosas
1 comentariosLas instituciones, en general, determinan qué se debe pensar. No, no hablo de la Iglesia, o no sólo, porque en su seno, a pesar de la imagen que se suele tener de señores viejos que ordenan y mandan, hay un debate interminable. Hablo de las instituciones que gestionan el poder, la cultura, la economía, lo que se debe pensar, lo que se debe comer, lo que hay que visitar o a quién hay que idolatrar. Son instituciones silenciosas, que no tienen gran presencia pública pero que, por lo general, coaccionan de una manera tan violenta que uno no llega a percibir su furia, de tan excesiva que es. Nos parecen naturales infinidad de posturas, de pensamientos, de actitudes, de clases, de divisiones, de oposiciones, de decisiones… Y nunca lo son. Discutimos los filósofos dónde está lo natural, si es que está y si es que lo hay, y no solemos llegar a grandes acuerdos. Pero existe la extraña imposición de la corrección política, ética, científica y filosófica que proscribe ciertos temas del debate y obliga a otros, que uno pensaba privados, a salir al debate público. Y nadie se extraña de nada. Salvo que se ponga a pensar en ello. Pero, ¿quién, en su sano juicio, con tanto fútbol, tanta fiesta, tanto cine y tanto cotilleo político va a ponerse a pensar en qué son las cosas?