May
Quizá es que Beethoven hablaba Klingon
3 comentariosLa música de la novena sinfonía de Beethoven se inicia con un pianísimo. El sonido va creciendo, poco a poco, sugiriendo que viene de siempre, y solo ahora, en el instante preciso en el que le prestamos oído, entra en el espacio de la apariencia, pero en realidad ya estaba, llegando de lejos. Esta reflexión tan lírica me venía a la mente cuando, esta mañana, leía un periódico, horrorizado. Erratas, errores ortográficos, incorreciones sintácticas y desidia se juntaron para procurar una experiencia que no es de ahora, sino que también procede de una lejanía que no es fácil ubicar. Ahora el pianísimo ha llegado a un forte que amenaza con ensordecernos. El bello espacio de las letras ha renunciado por completo a esa figura tan fascinante y necesaria que es el corrector de estilo. Nadie echa un segundo vistazo a lo que va a salir impreso. Uno siempre está esperando que alguien chille y dé la voz de alarma, pero nadie da esa voz.
Lo dicho: esta mañana leía una crónica de la presentación de la próxima edición de las Edades del Hombre, que este año se celebra de consuno en dos sedes: Villafranca del Bierzo y Santiago. Sé de buena tinta que quien preparó la de Villafranca la articuló en torno a cuatro “estancias” que se corresponden con los cuatro sentidos de la Escritura que, de la tradición medieval, recoge el catecismo: "Littera gesta docet, quid credas allegoria, moralis quid agas, quo tendas anagogia", es decir, la letra enseña los hechos, la alegoría lo que se ha de creer, el sentido moral lo que se ha de hacer, y la anagogía a dónde se ha de tender. Es más que esperable, en estos días de desgana, que el redactor de la crónica no sepa latín, faltaría más, pero uno siempre imagina, de modo iluso y contra toda esperanza, que podría haber pasado por allá algún antiguo cartujo que ejerciese ahora de linotipista, que quizá habría podido, solo quizá, echarle un vistazo corrector a esto: “Tapices de siete metros compartirán espacio, en las cuatro ‘Estancias’ (llamadas Liter Gesta, Allogir Credere, Moralis Algere y Anagogia Tenere)”. Imagino que los aficionados a Star Trek estarán encantados de que la exposición de este año hable klingon, que me figuro que, en nuestros días, es una lengua más familiar y usada que el latín. Pero esto, hace no tantos años, habría sido impensable.
Esta falta de corrector de estilo, que ha ido cuajando poco a poco, sin darnos cuenta, como el comienzo de la Novena, se ha desbordado hasta colonizar todos los ámbitos. ¿Nadie corrige el estilo de los políticos? Esa zafiedad, chulería y desacato no serían posibles si el “corrector de estilo” hubiese estado presente. Este personaje nunca obliga, pero informa, y si uno decide cometer su tropelía ortográfica (o política) allá él. Llegará el momento en que los perpetradores de esta suerte de avieso prestimonio al que hemos asistido (préstamos de tierras a cambio de un precio, parece ser que es la cosa) se excusarán diciendo que no había corrector de estilo, es decir, que nadie les dijo esto o aquello. Pero eso no exime de nada. Eso sí lo saben, hablen latín o klingon: donde acaba la ley, comienza la tiranía. Donde se retuerce, también.