25
Feb
2008Feb
Religión y sentido
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La columna de Manuel Vicent con la que ayer se cerraba El País es sugerente, un bonito ejercicio de razón. Pero aunque tiene parte de ella, no la tiene toda. Y es que hace ya mucho tiempo que se ha impuesto el tópico de que el origen de la religión (y de modo falaz se suele inferir que si tal es el origen, tal es la única justificación) es el miedo que los hombres tienen a la muerte. Si no existiera la muerte, no existiría la religión. Y he de reconocer que el pensamiento es sugerente, sobre todo por su rancio abolengo. Pero el abolengo no lo es todo, y a esta altura de la vida, de la historia, de la fenomenología y la filosofía de la religión, ya no se puede afirmar como una verdad de hecho. La religión es algo bastante más complicado (y completo) de lo que esa máxima suele dar a entender: si no existiese la muerte, no existirían los dioses. No es del todo cierto. En ese mismo periódico, ayer también, unos científicos postulaban la posibilidad de una inmortalidad fáctica: que los hombres no muriesen nunca (utilizando, claro está, una serie de técnicas de las que quedaría excluido el 99.9% de la humanidad, pero ese es otro cantar). ¿Desaparecería la religión entonces, si es que entonces hubiere entonces? Puestos a hacer juegos y cábalas mentales, me permito dudarlo. La religión, cualquier religión, es una propuesta de sentido. Y el sentido, si bien tiene mucho que ver con el hecho de que nos morimos, también tiene mucho que ver, más si cabe, con el hecho de que vivimos. Sólo en el caso de que el hombre no viviese desaparecería la religión. Y es que entonces no haría falta. Mientras tanto, andará por ahí, porque somos seres abiertos al sentido.