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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

22
Abr
2010

Repensar las cosas

4 comentarios

Hay un buen artículo en el Washington Post, que me ha enviado mi amol Sudabee, respecto a cómo salir de todo este lío de la pederastia. La receta del escribano es clara y evangélica: quien quiera salvar su vida la perderá y quien la pierda por mí y por el evangelio la ganará. Es sencillo y nos recuerda algo que la misma Iglesia ha preconizado desde siempre: las instituciones nunca están por encima de las personas. Recuerdo una novela de Pérez Reverte, La piel del tambor, que me provocó un cierto shock cuando la leí, tiempo ha, porque retrataba muy bien dos caracteres opuestos de personajes. Uno era el cura de pueblo, dedicado a sus fieles, a sus tareas, a su fe, etc… y otro era el hombre de Iglesia, el enviado de Roma que, por encima de todo ponía la salud de la institución. La pregunta, en el fondo, es quién contribuye más a esta salud.

Hace unos días, una mujer escribía un artículo en el Wall Street Journal, en el que reclamaba más presencia femenina en los órganos de poder de la Iglesia (donde también los hay, ojo, poder, como en toda institución, por mucho que se los maquille o se los santifique: al fin y al cabo el poder humanum est). Esta columnista sostiene que la gerontocracia quizá no sea el modelo ideal de gobierno de la Iglesia (entre nosotros, los frailes, los que mandan son las generaciones más jóvenes, mas la institución eclesiástica, como casi todas, es, sin duda, gerontocrática), y sobre todo, que las mujeres tienen que entrar más o, dicho llanamente, entrar, no sólo cooperar (porque la potestad está ligada al sacramento del orden, y entonces ahí tenemos un problemilla). Y cita, al respecto, lo que le dijo una monja: que si una mujer estuviese al lado del obispo que movía a un cura, presunto abusador, de una parroquia a otra hubiese dicho algo así como “eh, espera un momento”. Sí, con todas las cautelas y lo que se quiera, pero es un momento privilegiado para repensar cosas.

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Catalina
22 de abril de 2010 a las 18:37

Algo tiene que cambiar esta claro, pero no creo que la solucion sea la del 50% que se ha hecho en el gobierno de España. Menuda tonteria,
esta claro que el poder corrompe en todos los niveles.
soy mujer y no quiero mandar, no quisiera ningun cargo, prefiero vivir en el silencio y en el anonimato, es sin duda lo mejor.
Creo que el mismo jesus dijo de que trataba todo esto: el que quiera ser primero sea ultimo y el servidor de todos.
Tal vez de siempre las ultimas y las que hemos servido a todas hemos sido siempre las mujeres. Tal vez eso sea lo unico que importe, y ellos estan en el error,
no queramos cambiar las mujeres en el servicio, mas bien cambien uds caballeros y sirvan a todos

cambio que ya llega
22 de abril de 2010 a las 19:36

Cada vez se pone de manifiesto el anacronismo estructural del catolicismo romano. Y esa estructura genera disfunciones entre sus miembros. Ya no os llamo esclavos sino amigos. No hay hombre ni mujer...cansados de escucharlo, y que lejos de la realidad. La Iglesia en su momento perdió a los obreros, y en este tiempo a las mujeres. Porque se ha perdido el miedo, y las mujeres encuentran cauces en su búsqueda de Dios, en su vida cristificada. Pierde la Iglesia, y los varones porque no hay equilibrio de lo femenino-masculino en la Iglesia. El resultado es un ambiente misógino y patriarcal, lejos de la realidad. Y lejos de la relación que Jesucristo tuvo con las mujeres. Sí,urgen cambios. O se volverán a las raices evangélicas desde otros espacios, en los que hombre y mujeres son considerados iguales y complementarios. Llegará el sacerdocio femenino en el catolicismo. Y las mujeres llamadas a esta vocación podrán acceder a este servicio. Es cuestión de tiempo.

Juan Luis Martínez
22 de abril de 2010 a las 23:25

Mi querido amigo,hay dos cosas que me han llamado poderosamente la atención de tu reflexión. La primera hace referencia a la institución. La institución siempre está por encima de las personas, porque la institución no puede ser culpable de los pecados cometidos por sus miembros.
Y la segunda, a la presencia de lo femenino en los rganos de poder. Estamos siempre con más de lo mismo. Mujeres u hombres, Femenino o masculino. ¿Por qué esa dualidad?. Es el momento de empezar a hablar del Ser Humano, como elemento de integración. Ambos, hombre y mujer, o mujer y hombre para que nadie se enfade sobre quien va primero, tienen cosas positivas que caminan hacia el mismo fin. Nos empeñamos en diferenciar y no nos damos cuenta que obtenemos más resultados si sumamos.

el odre ya es viejo
23 de abril de 2010 a las 08:43

Dios es quien está por encima de los géneros, incluyéndolos. Dios es Padre-Madre. En el genérico ser humano, se discrimina a la mitad de su población en la Iglesia católica,por su género : ser mujer. Otros dirán que tambien a los homosexuales.

Sumar sí, pero no en detrimento de unos por otros, sobre todo cuando las relaciones son de poder, derivadas de la época de Constantino. Va siendo hora de volver a las raices del cristianismo, que están en la persona de Jesucristo,el Acontecimiento, la Buena Nueva, anterior al Concilio de Jerusalen. Urge un nuevo concilio en que actualice en la Iglesia temas que son los que realmente interesan a quienes integramos está Iglesia, a quien le cuesta tanto, o no le interesa la evolución social real, los signos de los tiempos.

El soplo del Espíritu suele ir por delante. Algunos no se enteran de lo que ya es un auténtico vendaval. Y ya no sirve pequeños cambios para que todo quede igual. Pertenece a otro tiempo. La Iglesia es un sacramento." Yo estaré entre vosotros hasta el final de los tiempos" "donde dos o tres se reunen en Mi Nombre",no se dice que la institución quede anquilosada, petrificada, esperando los últimos tiempos. Más allá de la Iglesia sopla el Espíritu, hay Vida. La Vida de Dios.
Gracias Sixto

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