Sep
Roma locuta
3 comentariosNo tengo ni idea de quién va a ser el próximo Maestro de la Orden. Y cuando digo ni idea digo que sé lo que sabe cualquiera que esté siguiendo los “eventos consuetudinarios” del capítulo. Por suerte para mí, no había sitio en la posada del Salesianum, así que me han alojado en Santa Sabina, el sitio que tiene, si no la mejor, una de las mejores vistas sobre Roma. Eso me permite moverme por la ciudad cuando no hay trabajo en el capítulo y dado que me ha tocado traducir textos y no traducir voces, los primeros días el trabajo es escaso y el tiempo libre una gracia. Obviamente he zascandileado a ratos por Roma, viendo iglesias hasta que ya no quiero ver ni una más, sobre todo porque el barroco atrapa, pero al rato expulsa, cansa, especialmente a los que somos más góticos o, si me apuran, del Renacimiento. Tanta estatua de Papa-emperador, de augusta pose, al final le deja a uno con ganas de entrar, aunque sea un poco, en una de las iglesias de “rezar” y salir de las de “ver”.
Santa Sabina tiene tanto que ver, tanto que, curiosamente, no abruma. Se puede estar, andar, sentarse y no expulsa, no se siente pesada, no recarga los sentidos. Lo mismo se puede decir de la Minerva. Esta mañana me han llevado al convento de San Sixto de Roma, a recoger algo, y he podido ver algunas de las reliquias que las monjas guardan allá, sobre todo el icono de la Virgen, acheiropoietós, que decían los griegos, es decir, pintado por los ángeles, y la mesa en la que se obró el milagro de los panes servidos por ángeles. Lo dicho, la Roma dominicana es una maravilla, tanto que seguro que al Maestro que se elija mañana no le pesarán los 9 años de “destierro” que le esperan en ella. Que Dios nos provea bien.