Abr
Sábado santo
6 comentariosEl sábado santo es un día extraño, un día de espera. Y por eso es extraño, porque creo que hemos olvidado esperar, yo a ves pienso que he olvidado cómo se espera. En castellano tenemos esas dos palabras de espera y esperanza, de la misma familia, pero con un significado tan diferente… La espera se nos antoja aburrida, angustiosa, seguramente porque la asociamos con la hipertecnificación del mundo (espera del autobús, espera en el aeropuerto...) y el exceso de burocracia para lo más nimio (espera matinal en la ventanilla de hacienda...). Y la esperanza, para muchos, es una banalidad que se enfrenta con un final que está escrito de antemano. Porque si bien es cierto que algunos pensadores acusan al cristianismo (y a la religión en general) de falta de autenticidad por dar escrito el final de la historia, no es menos cierto que, en su caso, incurren en lo mismo: para ellos el final está también determinado, y suele ser absurdo. En cualquier caso, con la espera y la esperanza se pueden hacer cosas. Gadamer hablaba del tiempo vacío, que hay que llenar. Y así uno hace por llenar un tiempo que se vuelve pesado e insoportable. Pero frente a él está la experiencia del tiempo lleno, el tiempo propio, rico, saludable, en fin, el tiempo de la fiesta, de la belleza, del rito… seguramente el tiempo de la espera y la esperanza, si se utiliza bien. Así, el sábado santo puede ser una masa temporal insoportable o, por el contrario, puede ser la celebración de una experiencia que se anticipa. Yo voy anticipando las felices pascuas.