21
Ene
2008Ene
Sabios áulicos
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El artículo de opinión de Juan Manuel de Prada del ABC de hoy es excelente. Su vituperio de los “sabios”, los arbitristas o los consejeros áulicos es genial. Me he reído mucho, especialmente por las referencias textuales y extratextuales que contiene (como la de Pulp Fiction: hay que ver la película, si no, no se entiende). Cuando oigo hablar de sabios me acuerdo de un compañero de clase, en la Virgen del Camino, que en clase de inglés, preguntado y no sabiendo por dónde salir, contestó: es que el otro día dijo un sabio en la radio (ojo a lo de sabio) que el inglés es más fácil para los ingleses y el español para los españoles. No sé quién sería el sabio, ni sé siquiera si lo que dijo el sabio es evidente per se, como si hubiese una constitución previa, una inglesidad constitutiva que, antes de lanzarnos a aprender una lengua, nos convirtiese, por razones geográficas o genéticas, en dignos receptores del habla de Shakespeare. En cualquier caso, creo que nos partimos por la mitad de reírnos, no por la frase, sino por buscar fundamento a esa chorrada en un “sabio”. Así que cuando me hablan de sabios ya no pienso en viejitos que moran en una cueva de la montaña, barbados y barbudos, viviendo de lo que la naturaleza les proporciona, y meditando la mayor parte de su tiempo para emitir, de vez en cuando, una frase ininteligible, sino que pienso en estos consejeros áulicos a los que ya les está prescrito lo que tienen que decir, que, en la mayor parte de las veces, no es más que lo que acontece al final de “Las sillas” de Ionesco: un puro grito gutural sin contenido, una tensa espera que se resuelve en nada (así es como Kant define la risa). La sofía ha devenido en esto. Si usted es medianamente inteligente, no se venda a nadie. Alguien se lo agradecerá algún día.