8
Sep
2006Sep
Sargas y tapices
2 comentariosAyer hablaba de dos películas iraníes que me habían impactado grandemente. Soy un tipo con suerte, porque tengo una maravillosa amiga, Sudabee Loftian, dominicana-norteamericana-iraní, que es uno de mis amoles y que, quizá por ello, decidió hacerme partícipe de parte de su enorme riqueza cultural, regalándome las antedichas películas (y otra más, “Close-up”, de Kiarostami). Y tengo también la suerte de que mis entretelas suelen removerse con el buen arte, y me piden más. Así que, acompañando a y acompañado por dos frailes, me fui a Toro, a ver la espléndida exposición que lleva por título “Legados”. Se la recomiendo a quien quiera embellecer el alma. No obstante, lo mejor de esos legados es lo que pervive de la familia dominicana en la maravillosa ciudad-villa de Toro, a saber, el monasterio Sancti Spiritus. Quien ame el arte encontrará uno de los rincones más bellos no sólo de Toro, sino del mundo. No hay en ninguna parte unas sargas tan bellas como las que cobijan y cuidan con mimo las monjas de Toro, ni una arquitectura igual, ni un coro igual, ni una iglesia tan plagada de iconografía dominicana. Las habrá tan buenas, no lo dudo, pero no mejores. Uno se pasea por allí y el corazón de va dando vuelcos, porque es lo que tiene el arte, que nos roba las miradas que hasta ese momento estaban vagabundeando por la nada. Y si están las monjas por allá, para qué quieres más. Sor Lola, la priora, que sabe de arte más que Gombrich, explica genealogías de obras, iconografías, texturas y formas para, una vez que uno piensa para sí que está ante un icono intangible, decirle con su sonrisa, como si citase al Wittgenstein de las Lecciones de estética, “mira”, “toca”, “qué maravilla, ¿eh?”. Y es que ante el arte, cuando se nos instala en el alma, se responde con interjecciones. Y eso lo saben las monjas. La experiencia estética y la mística van de la mano en su ser indecibles, sólo son distintas, como decían los escolásticos, sub specie rationis. ¿Busca un sitio para descansar, meditar o quizá para vivir? Me permito parafrasear a Quevedo: calientan más los corazones de las monjas de Toro, que todos los tapices del rey de Francia.