Ene
Seguro
1 comentariosAcabo de recibir una llamada en la que me recuerdan que todos nos vamos a morir. Efectivamente, ya lo sabía, y así se lo dije a la muchacha, que no era la parca, sino una empleada de una compañía de seguros. “Todos los hombres tienen que morir” es el título de uno de los más hermosos corales luteranos. Y aunque la certeza de morir nos entristece…, que dice la misa de difuntos, esa certeza no es la última certeza, sino que hay otra que la complementa. Pero necesitamos que de vez en cuando nos llamen de la compañía de seguros (tiene algo de gracia que a uno le aseguren no contra el morirse…, pero casi) para que nos recuerden que la muerte es parte de la vida y que hay que vivir con esa conciencia, sí, pero no como los que no tienen esperanza (San Pablo dixit). Pues así le dije a la muchacha: que no quería seguro alguno (¿vamos a asegurar todo, como si todo fuese asegurable (y no me refiero a ese seguro de deceso, que sí, seguro que es seguro?) Y me dijo ella: bueno, usted sabrá lo que hace. En la Apología de Sócrates, Platón cuenta que Sócrates, cuando fue condenado a tomar la cicuta, no imploró a sus jueces (cosa que les hubiese placido y hubiera sido tema de debate en la tele de la época) porque lo más que podían hacer era posponer su destino. Así, con esa conciencia y con esa confianza, uno vive de modo, probablemente, más auténtico. No es muy sano vivir con miedo. Es muy saludable vivir viendo gloria donde otros sólo ven dolor (La delgada línea roja, película excelente de Terrence Malick, recomendada).