May
Ser fraile dominico
1 comentariosEs lo que tiene el fin de curso, que uno tiene más trabajo del que suponía, porque, entre lo que se ha ido dejando de lado, lo nuevo que llega y lo viejo que retorna, el tiempo que uno creía que tenía para llenar ha pasado de ser un recipiente (algo susceptible de recibir) a un imposible metafísico. Por eso, ya que no “tengo tiempo”, sino que es él el que me tiene a mí, tengo que aprovechar los resquicios para ponerme las pilas en el pulular cotidiano. ¿Qué leer, qué mirar, qué ver? Para avanzar, dicen los que saben (y los que no sabemos lo practicamos), conviene tener un pie apoyado y adelantar el otro. Ese pie que sustenta el cuerpo y posibilita el avance es casi una réplica de lo que los clásicos llamaban el sustrato, la sustancia, el hypokeímenon, es decir, lo que está debajo de todos los cambios. Porque, si bien parece que todo cambia, para que todo cambie, algo, por mínimo que sea, ha de permanecer constante. Oh, sí, esto es discutido y discutible, pero me parece muy sensato. Y aquí quería llegar: para revisar los fundamentos, nada mejor que escuchar a los que han sido y los que están siendo en otro instante. ¿Siendo qué? Pues dominicos. Uno nunca aprende desde su ensimismamiento. Entrar dentro de sí, sólo se puede hacer cuando se ha visto el exterior, lo otro, lo que no es uno mismo, que, después de un rato, acaba ya siendo parte de uno mismo. Y cómo se logrará esto, señor. Fíjate por dónde, es posible. La página web Ser fraile dominico es un punto de anclaje de la identidad. A veces conviene leerse (y este se no incluye sólo al yo, sino a la “dominicanicidad”, que también es un yo amplio) para saberse. Y yo lo hago a través de lo que los encomendados por Vicente y Moisés allá nos cuentan. No lo dude mi lector: cierre esta página y vaya a aquella, que es más sabia, más animada y de mucho más feliz hallazgo.