Sep
Tallas postmodernas
7 comentariosSiempre me ha llamado la atención la facilidad que tienen algunas personas para calcular, por ejemplo, las tallas que uno usa. Llevo en este momento una camiseta que me dieron en Fátima y aunque cuando las repartían yo insistía en que usaba la talla M, la chica que las entregaba insistió en que mi talla era la S y, si bien yo me resistía, pensando que efectivamente, mi forma corporal (término bien escolástico y de rancio abolengo, que aprendí de Fernando Soria en sus clase de antropología y al que le estoy sacando un partido inusitado –y Fernando seguro que lo sabe–) se correspondía con la M. Pues no. Desde el primer momento me sentó la S y con la S sigo. Las tallas, como los esquemas, son algo predeterminado y que, si uno escucha lo que le dice el otro, a veces resulta que cambian, no son inamovibles y, en el peor de los casos, ni siquiera eran válidos. Ciertamente, ayer dialogaba (no discutía, es distinto) con Chema y Moisés y nos salía la espléndida reflexión de que la posmodernidad es "un eterno ¿y?" No hay punto de detención del discurso ni del razonamiento. Esta no es tu talla, ¿y? Te va a sentar mal, ¿y? Parecerás un payaso que entra a trabajar, ¿y? Si uno no se deja convencer nunca, es postmoderno en el sentido más amplio del término. Y eso no es ni bueno ni malo, sólo ¿y? Mas yo me fié, me puse la talla S y estoy encantado. El postmoderno, ciertamente, me dirá. ¿y? Y nada, le responderé.