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Todo cenizas
1 comentariosMiércoles de ceniza, hoy, 17 de febrero. Curiosamente hace 410 años que Giordano Bruno, dominico, autor de La cena de las cenizas, fue reducido a ídem en Campo dei Fiori. Todo son coincidencias que nos recuerdan las dos cosas que se dicen (o decían) al imponer la ceniza: conversión (porque siempre hay algo de lo que arrepentirse y quien diga lo contrario, que tire la primera piedra o, simplemente, como dice el chiste, es que no se ha dado cuenta de la gravedad de la situación) y memento de que pulvis es, que no hacía falta que los filósofos existencialistas se pusieran tan serios, que ya lo sabíamos hace tiempo… aunque a veces parece que lo olvidamos. El carácter temporal de la existencia humana da sentido a cada una de las acciones, que tienen lugar en un tiempo que ya forma parte de su ser, es decir, que no pueden posponerse indefinidamente. ¿Cómo sería la vida del inmortal? Desde luego, con una completa diferencia (en el sentido de diferir) de todo, sin ningún peso temporal que anclase los actos, las decisiones en la historia, como anclado está el Credo con esa mención a Pilato. La temporalidad, que nos recuerda la ceniza de hoy, como signo, nos dice que la conversión y la “pulveridad” van de la mano. ¿Cambiaríamos algo en un mundo sin instantes privilegiados por ser únicos y limitados? Desde luego, tal mundo no sería humano, quizá post-humano o super-humano, quién sabe. En todo caso lo que la ceniza simboliza, entre otras muchas cosas, es que los instantes de nuestra vida son todos instantes de conversión. De nosotros, seguramente, depende de que esa conversión sea a más humanos.