Iba a escribir un breve comentario a una información que aparece en el periódico El mundo de hoy, en la que, comentando la cosa de los lefebvrianos, se nos dice, no sé con qué intención, que practican “la mortificación y el ecumenismo”. Frases como esas, equivalentes desde el punto de vista estructural y semántico a “comen fresas y trogloditas” o “censuran libros y paletas”, sorprenden al lector y hacen bueno aquello que se dice de la velocidad y el tocino. Pero, resulta, que al ir a buscar la fuente en internet, me encontré con algo bastante más importante: hace diez años (¡ya, increíble!) que pasó a mejor vida Torrente Ballester, buen amigo de los dominicos y que, dicho sea de paso, siempre nos deja bien en sus novelas. Los que de aquella éramos estudiantes en Sotomayor pudimos disfrutar de sus varias visitas y comentarios sabios, irónicos y sagaces. Recuerdo queGerardo López, fraile de aquélla, le preguntó por una novelistaque era el último alarido en el momento y, sin inmutarse, le contestó: “no la conozco”… Hoy sólo se acuerda de ella… ¿quién se acuerda? Y tengo a gala haberle invitado a un ducados (hasta aquí la gala, no más) que casi le manda al otro barrio antes de tiempo, ya que al día siguiente (razones varias lo aconsejarían, supongo que no sólo las fumatorias) le tocó ir al hospital con más urgencia de la deseada.
La foto con la que inicia la crónica el periódico El Mundo está tomadaen el claustro de Colón de San Esteban. Quizá sea de las más características y republicadas, precisamente por lo bonita que es. Si yo fuese Luis María Ansón diría que él me contó, que me dijo, que me reveló cosas que sólo yo sé. ¡Qué estupidez! Una vez hice un par de viajes de Salamanca a Valladolid y vuelta con él en el coche, y con su mujer Fernanda, y hablamos, claro que sí, de lo divino y lo humano… Pero sólo me acuerdo de una cosa, que no tiene más trascendencia. Lo bueno fue que todos los frailes (y los colegiales) de Soto disfrutábamos con cierta frecuencia de su presencia, gracias a Luis Lago, OP, que sí era buen amigo de él y sí que podría escribir una buena historia. Y parece que fue ayer todo aquello… y lo parece porque, en realidad, también es hoy.
de Sixto Castro Rodríguez, OP
Es doctor en filosofía y bachiller en teología, además de titulado en órgano. Trabaja como profesor de estética y teoría de las artes y de teodicea.