Jun
Trinitas
2 comentariosPues vamos todos a votar en el día de la Trinidad, y resulta que es bastante más difícil, por muy complicado que pareciese ésta a San Agustín, entender las prolijidades europeas que las trinitarias, dónde va a parar. El arte ha retratado la trinidad de infintas maneras. La más famosa, sin duda, es el icono de Rublev, precioso, representando la circuminsessio, las relaciones de igualdad trinitarias (en cuanto uno se despista se hace subordinacionista o cosas por el estilo, con el Hijo subordinado al Padre, que es quien realmente mandaría en el asunto, o con el Espíritu sin saber dónde colocarlo en esa jerarquía). Ahí están los tres, en Rublev. Como están los tres en el “preludio y triple fuga en Mi bemol mayor, BWV 552” de Johann Sebastian Bach, un poco más ocultos, pero la tonalidad (con tres bemoles), la estructura de triple fuga e infinidad de elementos más constituyen una buena teología de una pieza compuesta precisamente para un domingo como hoy. Por supuesto que no me voy a poner a explicar la Trinidad. San Patricio usó el trébol y ahí sigue presente en el escudo irlandés. A un fraile de esta casa, tratando de hacer exégesis le salían cuatro personas, lo cual no es extraño. Lo raro es quedarse instalado en cuatro o cinco o dos y encontrar el razonamiento satisfactorio. Seguramente no se pueda probar científicamente la trinidad de tres. Seguramente tampoco se puede probar científicamente la completitud de un sistema axiomático finito que sea lo suficientemente potente como para incluir la aritmética básica (teorema la incompletitud de Gödel). Y no se nos caen los anillos por esto último, es más, andamos por la vida sin enterarnos demasiado de ello. Mas en lo otro nos va nuestro ser. Por eso todas las herejías trinitarias han hecho la labor de tratar de ver cómo comprender este lío, pero han acabado, al final, poniéndose más dogmáticas que el mismo dogma. A ver si Rublev y Bach nos iluminan.