Oct
Tú ganas
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Que en este libro hay una cantidad considerable de manos, nos lo explicaba hace años nuestro profesor de sapienciales, allá en Salamanca. Por una parte está el Job fiel que soporta lo que le echen, del principio y el final, y por otra el que se sube por as paredes y apunta con su dedo acusador a la divinidad. Pero lo sugerente del libro, como bien señala Trías en su artículo, no es tanto la paciencia de Job (a la fuerza ahorcan, diría alguno), sino que Dios se manifiesta ante él y, en cierto modo, le rinde cuentas, haciendo esa lista de maravillas creadas en las que parece apabullar a Job, para que éste no tenga más remedio que agachar la cabeza… Mas ni una sola razón de por qué el sufrimiento, sólo una apertura de posibilidades de comprensión y de mirada. Como dice Wittgenstein a propósito de otro tema (mas aquí viene de perlas): ¡No pienses, mira! Así Dios le muestra todo su muestrario. Y a Job no le queda otra que callar. Woody Allen, en su espléndida película Manhattan, le pone una coda magistral: Enamorado como un colegial, paseando con su novia por la ciudad en una calesa, le dice a ella que ella misma es la respuesta de Job a sus preguntas y objeciones: si en vez de tanto cocodrilo, Leviatán o hipopótamos, hubiese empezado directamente por la belleza de la amada, Job hubiese dicho de entrada: vale, tú ganas.