Sep
Una monja recepcionista
2 comentariosNo hace muchos días hice noche en un hotel/hostal en medio de casi ninguna parte. Cuando fui a la recepción me encontré con una monja… como recepcionista. Obviamente, y a pesar de que el hábito hablaba por sí mismo, tuve que preguntarle si era monja (no sé si al resto de la gente le parecía extraño, pero a mí no me parecía lo más habitual). En efecto, y así, preguntando (la extrañeza o el asombro es lo que nos lleva a seguir una conversación, una investigación o lo que fuere) descubrí que pertenecía a una orden más bien pequeña y novedosa y que estaba trabajando allá para pagarse el viaje a Italia, donde un obispo estaba dispuesto a recibirla en su diócesis, ya que al ordinario del lugar en el que habitaba no le hacía mucha gracia tenerla por allá. ¿No ha pensado en unirse a una orden más “establecida”, de un carisma similar, y así evitar todos estos líos "burocráticos"? Algo así le pregunté. Lo que me respondió fue: “eso sería muy fácil” (esto sí es respuesta literal). Y añadió algo así como que cuando Dios pone las dificultades, también pone los medios. Ciertamente me impresionó tanto la confianza que mostraba como la inversión que esa fe le suponía (12 horas diarias hasta mayo, sin vacaciones de ningún tipo). Me hizo pensar la infinidad de matices que tiene este caso, que da para una cuantas lecturas. (Y esto para volver de vacaciones)