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Sixto Castro Rodríguez, OP

de Sixto Castro Rodríguez, OP
Sobre el autor

6
Sep
2007

Viajeros

1 comentarios
Hace un tiempo quise cancelar una tarjeta en el banco, y para que no lo hiciese, me regalaron dinero (un tanto por ciento sobre lo gastado) y la suscripción a una revista. Pensé para mí mismo: vaya morro. ¿Por qué no me lo dieron desde el principio? Los que no sabemos demasiado cómo funciona la economía, solemos pensar que si nuestro banco gana dinero, España va bien. Ya. Quizá España sí, pero los españoles no. Mas ese es otro cantar. A lo que iba. Leía esta revista, que es de viajes, y me daba cuenta de las bobadas que hacemos los viajeros. Todo el mundo quiere ser un viajero original, tener un cierto ámbito de exclusividad que al mismo tiempo se compagine con el conocimiento de lo que todo el mundo conoce. Nadie puede considerarse buen viajero si va a La India y no ve, por ejemplo, el Taj Majal o algo equivalente. Pero una vez que se ha visto lo que se supone que todos deberían ver, empieza el delirio. Hay quien se baña en el Ganges o va a Benarés por aquello de la religión. Otros renuncian a cualquier tipo de referencia que no sea su propia exclusividad (vaya usted a saber qué es eso) y se internan en territorios en los que lo mejor que les puede pasar es que les coma algún león o se caigan por una catarata. Allá ellos (siempre y cuando no graben demasiadas horas de película que luego obliguen a ver a sus amigos y visitantes). Pero los que me llaman la atención son los que siguen las guías de viaje no como guías, sino como “la cosa”: miran la pieza, la gárgola o la Virgen renacentista y, como si esa fuese la excusa para volver a la guía, se sumergen en la lectura y olvidan lo que habían venido a ver. A veces, en la vida cotidiana, me siento como uno de estos viajeros tontos. Resulta que la “teoría” de la que recubrimos la vida (idea tan postmoderna), que no es sino una guía, nos hace olvidar que detrás de la construcción hay una cosa que pide ser vivida, es decir, la pieza que vinimos a ver. Quizá el viajero vuelva a su casa y cuando le preguntan qué ha visto muestre la guía de viaje (como si no hubiese salido de casa). Pero en la cotidianidad no hay guía que valga, si acaso algún consejillo para seguir mirando con más riqueza y deleite la obra.
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FFP
11 de septiembre de 2007 a las 19:25

Bonita reflexión, sí señor, bonita, muy bonita

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