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2008Feb
Vota quien quieras, menos a mí
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Dice Tomás de Aquino en la Suma Teológica, I-II, q. 19, a. 5 que si la recta razón nos dice que creer en Cristo es malo, aunque la voluntad se incline a creer, lo hará de modo ilícito. ¿Qué significa esto? Que el criterio último de acción moral es la conciencia. Y la conciencia se forja escuchando a unos, leyendo a otros, creando hábitos, buscando tras lo aparente, etc. Estos días, la moda conversacional es el escrito de la conferencia episcopal española para orientar el voto en las próximas elecciones. No he leído la recomendación (ni creo que lo haga, porque la conferencia episcopal es tan productiva que no hay tiempo ni ganas para leer todo lo que publican), de modo que hablo de leídas, de lo que dicen, de lo que les han contestado y de lo que dicen que les han dicho los que les han dicho que han contestado. En resumen: vote usted, cristiano o no, católico practicante o de bajo perfil, a quien le dé la gana, es decir, a quien le dicte su conciencia. El documento de la conferencia episcopal no tiene valor de magisterio infalible, ni mucho menos. Tómenlo como una recomendación, una admonición, que tampoco está mal –ya que todos los políticos están soltándonos soflamas sobre a quién debemos votar, y no conozco ni a uno solo que diga “a mí no”– que alguien apele a algo distinto de si nos van a subir las pensiones, a bajar los impuestos, a regalar dinero o a dar caramelos a la salida del colegio. Quizá nos haga pensar. Yo voy a votar a quien quiera, faltaría más, y no por “madurez democrática” (que no sé qué demonios será esa chorrada que se ha sacado alguno de la manga), sino porque, antes que ciudadano (pero mucho antes) soy una persona volente (o sea, que quiere) algunas cosas y nolente (que no quiere otras). Así que, velis nolis, aguantaré hasta marzo los rollos y votaré, programa en mano.